Capítulo 17

1.3K 129 12
                                    

Estaba un poco cansada de aquella constante montaña rusa de emociones. Podía asegurar que muchas cosas no eran producto de mi imaginación. Cuando se hacía algo más fácil poder acudir al trabajo, volvía a suceder alguna otra cosa que me obligaba a pensar que estaba encerrada en una de las historias más inverosímiles jamás contadas.

Me empecé a cuestionar a qué maldito Arthur vería aquel día. Si tenía suerte sería aquel hombre encantador que había terminado haciendo aquello tan nauseabundo para mí. ¿Cómo vuelves a mirar a una persona a la cara de la misma forma que antes cuando ha hecho algo que lo ha cambiado absolutamente todo? Si no fuese por las inexistentes posibilidades de tener el mismo trabajo en alguna otra empresa, la carta de dimisión a mi nombre ya estaría firmada encima de su mesa.

— Ey... ¿jefa?

Levanté un solo dedo a Gabriel indicándole que no me dijese nada más. Me metí en la oficina y pensé por un segundo tapiar todas las puertas para trabajar sin tener que ver a nadie.

— No voy a poder —susurré mirando hacia la puerta que dividía a ambos despachos.

Dos horas más tarde supe que debía haber hecho caso a mi instinto huyendo.

— Señorita Márquez, tenemos que hablar.

Su voz. Esa puñetera y condenada voz. Se deslizó por todo mi sistema, centrándose en cada parte de mi ser que empezaba a reaccionar de forma sorprendente ante cualquier indicio. No tenía fuerzas para mirarle a la cara. Quería hacer mi trabajo e irme. Dar marcha atrás a aquel momento cuando yo era la única que pisaba aquella parte del edificio.

Asentí. Ese fue mi único reconocimiento ante su presencia esperando que se pusiese a hablar tan pronto como pudiese para marcharse con la misma rapidez. El recuerdo de su rostro, la forma en que sus ojos me habían embrujado el día anterior para dejarme completamente paralizada no había logrado más que ponerme nerviosa.

— Con respecto a ayer...

— ¿Ayer? —mentí con un tono demasiado agudo en la voz—. No pasó nada ayer. Trabajamos, hablamos y me marché a mi casa tan pronto como pude.

Mis palabras habían salido a borbotones. No quería escuchar nada que tuviese que ver con ese momento. Si tenía una explicación para lo que había ocurrido, me daba completamente igual. Por raro que fuese para mí, por sorprendente que pudiese resultar haber estado a un par de metros de una persona que se había saltado toda clase de normas éticas al acostarse con su subordinada, era su vida y no me importaba.

— Fue a comer con su secretario.

De todas las posibles respuestas que podía llegar a darme, aquella fue la única que no me esperaba, ni mucho menos. Por la sorpresa parpadeé varias veces.

— No me lo negará.

— No pensaba hacerlo.

Envalentonada por aquel tono autoritario de su voz, pude enfrentarme en un duelo de miradas. Estaba tenso, muy tenso, observándome desde la distancia, manteniéndose a más o menos el mismo espacio que había existido entre ambos durante nuestro último encuentro sin la puerta de por medio.

— ¿Hay algo que tenga que saber sobre eso?

¿Perdona? ¿Aquello era lo que creía que era? ¿Me estaba haciendo una acusación indirecta sobre lo que podía pasar entre Gabriel y yo cuando él se había tirado a su secretaria en su propio despacho? ¿Me estaba tomando el pelo?

— No creo que haya nada que tenga que saber.

— Recuerde, señorita Márquez, que debe alejar su vida personal de la laboral todo lo posible. La quiero cien por cien entregada en su trabajo.

Agárrate que vienen curvasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora