Desperté agitada, de nuevo había tenido ese sueño.
Estaba en un lugar, apenas alumbrado por la luz de las antorchas. Una chica de cabello castaño, cuyo rostro no podía identificar, lloraba desconsolada, pidiéndonos no ceder ante la tentación. Mi corazón dolía profundamente. Conocía a esta chica, mi esposa y yo la considerábamos casi una hija, a pesar de que nuestra diferencia de edad no era demasiada.
Mi esposa...
Una chica de cabello rubio y ojos dorados se aferró a mi mano, conteniendo lágrimas que ya estaban por caer. Las secó rápidamente y, sin mirarme, pasó a lado de la castaña y le dijo claramente: "No te dejaré tenerlo todo para ti".
Mis piernas temblaron, presas del terror y el sufrimiento, pero al mirar a esa pequeña castaña, mi corazón se llenó de valor, y ni bien miré otra pared abrirse, me dirigí a ella.
La destrozada chica me abrazó por la espalda...
Incapaz de mirarla, me zafé de ella, casi con violencia, repitiéndome que hacíamos eso por su bien. Y aunque me doliera en el alma que tuviera que ser así, no había marcha atrás. No cuando mi Mari había dado un paso al frente.
Entonces, sentía un viento terrible azotar contra mi cuerpo una y otra vez, lastimándome, llevándose poco a poco mi carne, arrancando todo de mí, destrozándome en más de una manera. Esa seca sensación se colaba en mis huesos, los cuales sentía quebrarse, desgastarse, desvanecerse. Y luego... la oscuridad llenaba mi visión, hasta que algo me hacía sentarme bruscamente en mi cama, agitada, con una película de sudor frío en mi piel, y con un profundo miedo a que un huracán llegara y me hiciera trizas, esta vez, en la vida real.
Mi madre entró en la habitación al escuchar mi llanto, incontrolable y lastimero, como cada noche durante diecinueve años.
[...]
Viernes a las 6:33 de la tarde.
Era mi hora favorita para dar una vuelta por un río alejado de la ciudad.
De alguna manera me traía recuerdos de dicha de mi niñez.
Chika, You y Hanamaru me trajeron aquí, llegamos en bicicleta, bajo la promesa de la mayor de las Toscana, de que había ranas bajo un extraño puente formado por las ramas de un árbol milenario, el cual descansaba a un lado del cuerpo de agua.
Desde ese día se había convertido en mi lugar favorito, y de alguna manera, siempre estaba aquí los viernes a las 6:30 de la tarde.
Me sentaba a la orilla del río, a esperar... quién sabía qué.
Una rana saltó a la orilla, y la tomé con delicadeza, admirándola; me encantaban casi tanto como los delfines.
— ¿No son venenosas? — me preguntó una voz.
— No, éstas no, por suerte— sonreí, levantando mi vista hacia la chica que me estaba hablando.
Al encontrarme con esos ojos amarillos, brillantes como el mismo sol, mi corazón pareció hacerse pequeño.
La rana saltó de mi mano al río, y yo me levanté, sosteniendo la mirada a esa chica de cabello rubio.
— N-Nos hemos visto antes— susurró.
— No lo sé— respondí.
— No era una pregunta... ¡Te he visto antes!
— ¿Qué? — mi corazón comenzó a latir con fuerza, estaba nerviosa — ¿En dónde?
— Yo... no lo sé... Pero tu rostro es tan... familiar...— comenzó a avanzar hacia mí, sin importarte el río que nos separaba. Mis pasos siguieron los suyos, quedando frente a frente, con el agua llegando a nuestras rodillas.
Echando la suerte al aire, mi mente mandó una sola frase a mis labios, mientras mis ojos comenzaban a escocer.
— Hola Mari.
Sus labios temblaron, parecía sorprendida, a punto de llorar, pero de alguna manera, sonrió, mientras ponía sus manos en mis mejillas, casi cerciorándose de que esa desconocida era su desconocida.
— Kanan...
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KananMari ABC
Hayran KurguPor cada letra del abecedario un pequeño (o un gran) drabble con mi otp de Love Live: Sunshine!! ¡Por supuesto que estoy hablando del KananMari! 🐬✨