SUFRIENDO EN SILENCIO

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Después de que Paz se fue, yo ya no tenía nada que hacer en la pista, por lo que me fui con mis amigos a divertirme aun rato

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Después de que Paz se fue, yo ya no tenía nada que hacer en la pista, por lo que me fui con mis amigos a divertirme aun rato. También vigilamos que Mateo no tome más de la cuenta, aunque era poco probable que lo hiciera porque estaba feliz con Emily. Así que solo conversábamos tranquilamente y bailábamos con nuestras amigas.

Debo admitir que de vez en cuando buscaba a Paz con la mirada, pero no la encontraba. Por momentos pensaba que estaba con Frank, besándose o algo así... digamos que eso no me ponía de buen humor.

De pronto, Fer llegó a mi lado y me preguntó:

—¿Has visto a Paz? —fruncí el ceño.

—Vi que se fue con Frank...

—Oh, bueno. La buscaré por los jardines entonces —dejé que se fuera. Traté de estar tranquilo, pero vi que Frank estaba bien relajado junto a María Pía... demasiado juntos, diría yo.

Si él estaba con ella, ¿dónde podría estar Paz?

Con esa pregunta en mente, la fui a buscar por los baños. No sé porqué la busqué ahí... 

Vi que había una puerta en medio de los servicios, estaba sin llave así que decidí abrirla. Al hacerlo, escuché un sollozo. Prendí la luz y vi que Paz estaba sentada en el suelo, llorando.

Me asusté... y mucho.

—¡Paz! —cerré la puerta y fui a ayudarla—. Paz, ¿qué te pasa? ¿por qué lloras? —me arrodillé para estar a su altura—. ¿Qué haces aquí?

—Yo... —sorbió su nariz—. Me caí... es decir, me golpeé —se secó las lágrimas de sus mejillas. Yo fruncí el ceño.

—¿Con qué te golpeaste? —aparté un mechón de su bonito cabello para verla mejor.

—Con... la manija de la puerta —bajó la mirada.

—¿Pero qué hacías aquí? —no entendía nada. Y algo no me cuadraba.

—Yo... solo vine por algo de tranquilidad. Me sentía abrumada con tanta bulla —eso no podía ser cierto. Paz amaba las fiestas y amaba bailar.

—De acuerdo... —asentí a medias—. ¿Estás segura?

—Sí... ya debo salir de aquí. Mi hermana debe estar buscándome.

—Te ayudo a pararte —le ofrecí mi mano para ayudarla. Noté que se le hizo un poco difícil... algo le dolía—. ¿Te golpeaste en el abdomen?

—Sí... —ninguno de los dos dijo algo más hasta salir de ese almacén. Ella me dijo que iría al baño a lavarse la cara, a lo cual yo la dejé. Luego la llevé con sus abuelos y su hermana. Ya no había rastro de su llanto.

Se fueron de la fiesta tranquilamente, pero a mí no me convencía lo que decía Paz. La conocía lo suficiente como para saber que mentía y que estaba asustada...

AVENTURAS #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora