TRISTEZA Y FELICIDAD

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Acababa de llegar a casa, estaba dispuesta a tirarme a mi cama y descansar al fin

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Acababa de llegar a casa, estaba dispuesta a tirarme a mi cama y descansar al fin. Sin embargo, el universo tenía otros planes.

Debo admitir que me preocupó no ver el típico mensaje de Mateo diciendo: "Ya llegué a casa, cariño. ¿Ya llegaste tú?". Pero no me imaginaba que mi anillo vibrara y la emergencia dijera: "Fireboy está hipnotizado".

Me sorprendí demasiado al ver el mensaje. Me paré de un salto de mi cama, me transformé y salí rápidamente por mi ventana.

En el camino me encontré con mis amigos y ellos también estaban claramente preocupados. No solo porque Mateo estaba hipnotizado, sino también porque Alonso estaba lesionado y no iba a poder ayudarnos. Así que solo éramos las mellizas, Gianmarco y yo.

Llegamos a una casa cerca a la playa...

Lo vi... y estaba solo. La cobarde de Olenka lo dejó solo.

 Él volteó a vernos, con las pupilas de sus ojos moradas y ese antifaz negro que tanto odiaba ver.

No nos dio tiempo a reaccionar, se abalanzó a Gianmarco sin razón aparente... pero se notaba que quería lastimarlo.

Ese definitivamente no era Mateo.

Su semblante era completamente serio, frío, sin expresión alguna.

Llegó a arañar a Gianmarco en la cara. Si no fuera por el escudo de Paz, probablemente Gian habría terminado con un hematoma...

Dudaba que yo, estando hipnotizada, haya sido tan fuerte como él. Literalmente parecía tener más fuerza que nosotros cuatro.

No se dejaba atrapar y no bajaba la guardia. Era más rápido que nosotros.

Se iba corriendo y volando por cada techo de la ciudad mientras nosotros lo perseguíamos y tratábamos de detener sin éxito alguno.

Lo seguimos y nos dimos cuenta de que iba a su propia casa...

Decidimos escondernos detrás de una pared y ver qué quería hacer. Tomarlo desprevenido para así detenerlo y quitarle el antifaz.

—¿Qué está tratando de hacer? —preguntó Fer en un susurro mientras lo veíamos de lejos.

—No tengo idea —le contestó Paz. 

Mateo estaba mirando su casa desde afuera, con la misma expresión fría de antes. Me asustaba, aunque no quisiera admitirlo. ¿Qué pensaba hacer? Yo en ese momento lo veía capaz de romper su propia casa si quería.

Vimos que Mateo se asomó a una de las ventanas: la del cuarto de su padre. Fruncí el ceño al preguntarme qué rayos quería hacer. Veía que trataba de ocultarse, como para que no lo vieran... estaba más atento a quién sea que estuviera dentro de esa habitación que a nosotros.

De pronto, nos dimos cuenta de Mateo se había puesto sus guantes de metal y estaba dispuesto a romper la ventana de su propia casa.

—¡No, no, no, no! —gritamos todos al mismo tiempo y nos lanzamos hacia él para evitar la locura que iba a hacer.

AVENTURAS #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora