ALGO DE GRACIA

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Los padres de Alonso, junto con Daniel, entraron a su habitación a verlo y se quedaron en ella por un buen rato

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Los padres de Alonso, junto con Daniel, entraron a su habitación a verlo y se quedaron en ella por un buen rato. Después de unos minutos, el padre salió porque Daniel quería almorzar mientras que la madre se quedó en la habitación.

—Hola, señora Adelaida —la saludé, asomándome por la puerta.

—Hola, querida —había estado llorando.

—¿Cómo está? —pregunté por ella.

—Ay, hija. No tengo ni ganas de almorzar —se encogió de hombros—. No sé cómo le vaya a ir con la terapia ni... cómo será cuando despierte —le acarició la cabeza a su hijo.

—No me lo puedo imaginar —respondí mientras veía atentamente el brazo y mano enyesados de Alonso.

—No lo volveré a dejar salir solo en un largo tiempo —me dijo—. Ya no quiero que le pase nada —lo acariciaba con tanto amor... daba ternura. 

Quizás no eran de la misma sangre, pero se notaba que ella lo amaba como si él hubiese salido de su vientre.

—Debe cuidarse mucho —me refería a Alonso—. Seguramente se recuperará pronto.

—Ojalá —hizo una pausa—. Iré un momento al baño. ¿Te podrías quedar con él?

—Claro. No hay problema —dije mientras ella se retiraba.

Me senté en la silla donde estaba antes Adelaida y me dediqué a ver a Alonso por unos minutos. Me preguntaba qué habría sentido el pobre al ser atropellado por un auto que iba a toda velocidad, me preguntaba si recordaba algo de lo sucedido. Había una probabilidad de que no lo haga.

Estaba dormido y tenía una expresión extrañamente pacífica. También tenía raspones y vendas en la cara, debido a las heridas que se hizo al caer a la pista. 

A los pocos segundos, vi que abría los ojos lentamente. Estaba despertando.

—Hola —lo saludé con una sonrisa.

—Holi —sonrió, somnoliento.

—¿Cómo estás? —puse mi mano en su hombro.

—Bien, mi vida —mi sonrisa se fue.

¿Mi vida? Dijeron que no tenía daño cerebral. ¿Por qué me llamaría "mi vida" si no éramos más que amigos?

—¿Qué dijiste? —pregunté preocupada.

—Te llamé mi vida... ¿no te gusta? —fruncí el ceño—. Ok. No te gusta. No te volveré a llamar así.

No entendía nada.

—¿Ya se despertó? —habló Gian asomándose por la puerta.

—Holi, Gian —saludó Alonso.

—Hola, amigo. ¿qué tal? —se acercó a saludar.

—Bien... —Alonso miró su otra mano, la enyesada, frunció el ceño y se puso a reír. Gianmarco y yo nos miramos extrañados—. ¿Por qué envolvieron mi mano como si fuese un tamal? —Gian se puso a reír y yo negué con la cabeza.

AVENTURAS #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora