SIEMPRE HAY QUE HABLAR

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Mi celular comenzó a sonar porque estaba recibiendo una llamada

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Mi celular comenzó a sonar porque estaba recibiendo una llamada. Yo estaba echada en mi cama... desganada, tomé mi celular y vi quién me llamaba. 

Afortunadamente para mí, era Alonso y no Frank.

—Hola, Paz —habló a través de la línea.

—Hola... ¿cómo estás? —pregunté con el tono más alegre que encontré.

—Yo... bien, bien. Gracias. Te llamo para decirte que... quiero hablar contigo —eso me extrañó.

—¿Por qué? ¿Dónde? —le pregunté curiosa.

—Pues... en el edificio de siempre, ¿te parece? —Alonso se refería al edificio en donde me contó lo de su verdadera madre.

—De acuerdo... a las cuatro —sugerí.

—Ok. Te veré allá —colgó la llamada.

Yo me quedé echada en mi cama, mirando al techo hasta que llegaron las 4. Me transformé, salí por mi ventana y fui al edificio en donde habíamos quedado. Alonso ya estaba ahí, esperándome... me saludó y me senté a su lado, tratando de que no note nada raro en mí.

—¿De qué quieres hablar? —lo miré.

—¿Cómo estás? —me miró a los ojos con una sonrisa.

—No cambies de tema—bajó la mirada—. ¿De qué quieres hablar? —volví a preguntar.

—Es algo muy serio, Paz —él no me miraba. Solo miraba al suelo.

—¿Pero qué cosa es? —fruncí el ceño. Él me miró a los ojos.

—Yo... yo vi algo —susurró.

—¿Q-Qué viste? —me asusté al pensar en que había visto a Frank salir del almacén el día anterior.

—Te lo diré porque soy tu amigo y no quiero que Frank siga mintiéndote —no dije nada. Ya sabía a lo que se refería—. Daniel y yo vimos que Frank besó a María Pía —volteé mi rostro, dejando de mirar a Alonso y cerré los ojos con fuerza—. En los labios —susurró.

Me quedé callada unos segundos, pensando en que Alonso creía que Frank solo me había engañado. Él no sabía ni había visto lo que Frank me había hecho... y yo ya no sabía si podía ocultarlo por más tiempo.

—Yo... yo ya lo sabía —susurré.

—¿Qué? —me preguntó. Yo bajé la mirada sin decir nada—. ¿Por eso llorabas ayer en el almacén? ¿Te llevo ahí para hablar de eso?

—Sí... —las lágrimas amenazaban con salir de nuevo—. Pero estoy bien... —lo miré a los ojos y le sonreí, pero él definitivamente no me creía.

—Paz, por favor no me mientas —me pidió—. Te conozco bien y... sé que no lo estás —él también parecía apenado. Yo presioné mis labios y bajé la mirada, intentando no llorar.

AVENTURAS #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora