Y ahí estaba...
Sentada en la camilla de una clínica, con una inyección intravenosa que tardaron como 5 minutos (los más largos de mi vida hasta ese momento) en ponérmela.
Apenas iba empezando la quimioterapia, por eso no tenía ni un efecto secundario aún. Mis padres habían ido a la cafetería a comprar algo para comer. Me ofrecieron, pero no quería comer nada en ese momento.
Todo estaba relativamente tranquilo. No tenía ni una molestia más que la aguja en mi brazo.
Hasta que...
—¿Brenda? —esa voz. Maldita sea, conocía esa voz.
Era de Carlos. Un chico de mi salón que se sentaba a mi lado ese bimestre. Era el genio del aula desde que entró a los cinco años. Nadie podía quitarle su primer puesto ni sus mejores notas.
Carlos no era como los demás chicos del 4to de secundaria. Claro, como todos nosotros, era diferente... pero a su manera, por así decirlo.
Carlos no era muy bueno para distinguir o darse cuenta de las emociones de otras personas. Le era muy difícil entender el sarcasmo y detestaba con toda su alma el ruido en el aula. Me atrevería a decir que no tenía ningún amigo... y no es porque el salón lo odiara, es que a él simplemente no parecía interesarle la idea de tener amistades.
O quizás le era difícil entendernos a todos.
Carlos se la pasaba leyendo todo el día, todos los días. Tenía su rutina semanal y eso no debía cambiar, si no... él se podría alterar, y mucho.
¿De qué estoy hablando? Carlos era un chico que con Transtorno del Espectro autista. Síndrome de Asperger, para ser exactos.
—¡Carlos! —oculté mi intravenosa—. Qué sorpresa verte por aquí —reí nerviosamente.
—Ya vi tu intravenosa, Brenda —quité mi manos de ella. Estaba apenada—. Y estoy aquí porque mi mamá está de viaje, mi padre trabaja aquí, tiene una cirugía y debo esperarlo.
—Oh, vaya... —dije solamente.
—Sí... —se apoyó en el marco de la puerta—. Tú estás mal de salud —dijo de repente.
—Sí. Sí lo estoy —bajé la mirada.
—¿Qué tienes? ¿Qué te están poniendo? —se acercó a la bolsa que estaba conectada a la aguja de mi brazo. Empezó a leer su etiqueta y yo casi me infarto, por eso no pude decir nada—. Tienes cáncer... —miraba fijamente a la etiqueta—. Qué mal por ti.
—Sí... no solo por mí. También por mi familia y mi mejor amiga —aclaré con tristeza.
—¿De qué tipo es?
—Leucemia.
—Al menos no es de huesos. Ese es el más doloroso.
—Bueno... pero igual, es tan divertido tener una aguja enterrada en mi vena —dije con sarcasmo.
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AVENTURAS #3
Teen FictionBrenda descubre algo que jamás pensó que le pasaría y no sabrá qué hacer. Mientras tanto, la vida de Mateo no va muy bien... ¿cómo estará la relación entre Mateo y Emily, por cierto? Alonso debe acostumbrarse a su nueva vida con su nueva familia. Af...