¡QUÉ GRAN TRAGEDIA!

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La primera noche en el hospital fue la peor de todas

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La primera noche en el hospital fue la peor de todas. 

No solo porque dormí en una cama que no era mía, sino que el efecto de la anestesia se acabó y me dolió el brazo durante toda la noche.

Además, cuando por fin me estaba quedando dormido, inconscientemente me volteé hacia mi lado izquierdo porque siempre duermo para ese lado y moví mi pierna para acomodarme mejor, pero quedó sobre mi brazo lesionado...

Adivinen quien tuvo que reprimir sus gritos mordiendo sus frazadas para no despertar a su papá y al resto de los pacientes.

Sí. Yo...

Recuerdo que maldije internamente el haberme movido y el haberme despertado mientras trataba de no gritar ni llorar. Luego de eso, me quedé mirando el techo y respirando profundo para evitar pensar en el dolor. 

Sin embargo, a veces el cerebro hace lo que le da la gana y se pone a pensar en lo que se supone que no debes pensar. 

Me di cuenta de que literalmente mi hueso se salió de mi cuerpo, haciéndome una herida, la cual en ese momento estaba cosida por hilo quirúrgico. No solo eso... mi hueso se rompió en dos partes, las cuales tuvieron que "pegarlas" con clavos en esa cirugía.

Tenía clavos en mis huesos e hilos entre mi piel por culpa de un conductor ebrio.

Y no solo eso, tendría que ir a terapia. Dolorosa terapia física.

Se me salió un sollozo en medio de la noche al pensar en ello...

Pero la vida seguía. Así que tenía que seguir tratando de dormir lo más que podía. Sin embargo, no llegué a dormir hasta que fueron como las 8 de la mañana. Lo bueno de eso es que dormí bastante bien y por una buena cantidad de horas.

Eran como las cinco de la tarde cuando llegaron mis amigos a visitarme. Sonreí al verlos de nuevo. Lo apreciaba... sobre todo el hecho de que Gianmarco llegue, ya que sabía que los hospitales y las clínicas no eran sus lugares preferidos. No lo culpaba, después de todo, perdió a su padre en uno de esos lugares y ambos se parecen mucho.

—¿Cómo vas, negrito? —habló Mateo.

—Aquí. Aburrido... adolorido —respondí sin muchas ganas.

—Vamos, Alonso. No estés así. Quizás necesites un paseo —sugirió Gian.

—No lo creo. No puedo ni mover el brazo —contesté.

—No caminas con la mano —me dijo Mateo y yo sonreí.

—Cierto. Podrías ir en silla de ruedas —comentó Gian.

—Por ahora no quiero hacerlo —dije no muy animado.

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AVENTURAS #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora