Capítulo 20: Sentimientos confusos y una no cita

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Allan

Había pasado una semana y media desde que Jane y Emma me dieron aquella paliza. Mi orgullo no me permite admitirlo, pero en serio me dolió. De todas formas valió toda la maldita pena cuando el cuerpo frío y suave de mi roommate se acurrucó a mi lado. ¿Ya dije que me encanta dormir con ella? Pues sí. Me olvido de todas mis preocupaciones y, por un maravilloso cuarto de segundo, siento que solo existimos ella y yo...y es genial.

Luego regreso a la realidad y caigo en cuenta que de todas las chicas del planeta ella es la única con la que no puedo estar. Vuelvo a estar atrapado con ella en la mitad de un dúplex, con los innombrables al lado, con Carlos insitándome a tirarme a la primera chica que se me pose al frente y tratando de hacer que se reconcilien las gemelas. Todo eso mientras intento cursar lo mejor posible mi último año de universidad.

¿Ahora entienden por qué me siento tan bien durmiendo con Emma?

—Amigo, en serio, ¿no te duelen las bolas por la abstinencia? —se quejó Carlos por enésima vez desde que llegamos a la cafetería de siempre hace quince minutos.

—No, no me duelen —sonreí falsamente y me llevé una papa frita a la boca; si Wanda viera que es lo único que he comido en el día aparte del desayuno, me mataría sin pensarlo dos veces y luego me resucitaría para obligarme a comer ''algo decente''.

—¡No puedo con este chico! Mery, dile algo —resopló mi mejor amigo.

—¿Qué quieres que le diga? Muere por una chica que vive con él, pero no hace nada al respecto y tampoco busca a otras chicas para quitarse las ganas. Tú y yo sabemos perfectamente lo que ocurre aquí —le respondió Mery a su histérico novio.

—Es que si sigue así, me temo que acabará como cura de la iglesia más cercana —se lamentó Carlos, puede que pareciera una broma pero lo decía en serio. Exagerado.

—¿Cómo va a ser cura si perdió la virginidad hace años y desde entonces es un playboy? —espetó la rubia y si le pusiera un par de muecas, sería como si lo hubiese dicho Jane.

—Ok. Entonces algo mucho peor...gay. —murmuró enfatizando la palabra gay y se ganó un par de papas fritas estampadas contra su cara, cortesía de un servidor.

—No soy gay ni voy a serlo. Y no tengo nada en contra de la homosexualidad, que quede claro.

—Es que por el camino que vas... —comenzó a bromear y le lancé más papas.

—Me gusta una chica. Una chica preciosa con un cuerpo de escándalo, una sonrisa únicamente especial, piel suave y que besa muy, pero muy bien. Con todo eso no puedo tener ojos para el sexo masculino. En realidad...es difícil mirar a otra persona que no sea ella, sea del sexo que sea —confesé sin medir la magnitud de mis palabras, sabía que me gustaba, pero decirlo en voz alta me hace ver que quizás no sea solo eso...

Hace unos días les conté a mis amigos que Emma me gustaba. Al principio dijeron que era obvio y que me había tardado demasiado en admitirlo. Y además como era de esperar también comenzaron a shippearnos y molestarme con el asunto.

—Mierda, Lan. Te estás enamorando de Emma —sonrió la chica a mi lado.

—¿Qué? ¡No! Claro que no. Solo me gusta y me atrae, nada más —aclaré apuntando al dúo, sé las cosas que deben estar pasando por sus cabecitas locas en este preciso instante.

—Si solo te gustase y te atrayese como dices, en la primera semana le hubieses pedido que fueran amigos con derechos y ya estarías tonteando con cualquier otra chica —comentó Carlos—. Eres enamoradizo, pero Cenicienta hace que te brillen los ojitos, de una forma especial .

Love DúplexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora