Capítulo 50: Distancias y aclaraciones

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Allan

Pasó una semana desde que decidí olvidar a Emma para siempre. ¿Probabilidades de éxito? Nulas.

Fui un iluso si al principio creí que podría superarla de la noche a la mañana. La extraño, la necesito, pero ambos tomamos nuestras decisiones y ya no hay marcha atrás. Alma, como nos llamaba Carlos, murió.

Teníamos tantos planes, habían tantas cosas que queríamos hacer juntos, tanto por vivir. Yo de verdad creí que lo nuestro sería eterno, que duraría para siempre y lo di por sentado cuando le regalé ese anillo; el anillo que decidió tirar.

Mentiría si digo que ahora duele un poco menos, para nada, sigue doliendo y cada vez más. Su recuerdo no se aparta de mi cabeza, ni los buenos tiempos y mucho menos cuando eligió no creerme y apartarme de su vida. El hecho de que aún sigo en el dúplex y absolutamente todo me recuerde a ella tampoco ayuda, ahora entiendo porqué se marchó.

¿Por qué me quedé? Quizás soy masoquista como ella dijo mientras se iba. Quizás quiero castigarme a mí mismo por no haber sido capaz de recuperarla. O quizás no quiero despedirme aún del lugar en el que viví el mejor amor de mi vida.

Sea cual sea la razón, sigo aquí, sentado en el sofá y alimentándome a base de pizza y demás comida chatarra. No he vuelto a la habitación, no puedo dormir en esa cama si no la tengo conmigo. Tampoco he salido, prácticamente me convertí en un ermitaño, tanto que mis amigos hicieron una copia de la llave para venir a verme porque no les abría la puerta; no quería ver a nadie.

Y aquí estoy, comiendo unas papas y viendo un documental de ballenas en la televisión al que, siendo sincero, no le he prestado la suficiente atención.

Escucho cómo la puerta principal se abre e inconscientemente mis ojos viajan en esa dirección, fantaseando con que mi castaña es quien está pasando el umbral de la puerta. Pero no es ella y me sentí un estúpido por pensar que lo sería.

Ella no volverá, Allan. Tienes que hacerte a la idea.

—Hola, amigo —me saludó Carlos, tratando de llegar a mi lado en el sofá, el montón de basura que hay alrededor apenas le permitía caminar.

—Hola —contesté a duras penas.

—¿Adivina quién regresó a Johnson? —dijo en un tono animado en un intento de contagiarme su buen humor, pero no lo consiguió.

—¿Quién? —pregunté de forma automática.

—Hola, bro —sonrió Brook, aproximándose a mí e igualmente esquivando la basura a sus pies.

—Volviste —murmuré en un tono muerto, esa no era mi idea de recibir a mi amigo, pero en mi defensa diré que ya no me quedan emociones.

—Por ti. La discusión con mis padres se extendió y pretendían que me quedara allá, pero Carlos me contó lo que pasó y no podía dejarte solo —colocó su mano sobre mi hombro—. ¿Cómo te sientes?

—Igual a como me ves.

—¿Tan mal? —cuestionó, preocupado.

Asentí. La verdad es que no me he preocupado por mi aspecto físico, tengo una barba de pocos días y me he tenido que obligar a ducharme. Además, estar regodeándome en mi círculo de inmundicia con los envases vacíos de toda la comida chatarra y cervezas que he consumido, tampoco se ve muy bien.

—¿Por qué estás así, Lan? ¿Por qué estás aquí en lugar de ir a donde está Emma y terminar de explicarle lo que pasó? Yo estaba aquí esa noche, puedo decírselo y...

—No —lo interrumpí—. Lo mío con Emma acabó, no vas a ganar nada dándole explicaciones que ni quiere ni va a escuchar.

—Eso es lo que no entiendo, ¿por qué estás dejando que se acabe? —inquirió Carlos—. ¿Por qué te rendiste?

Love DúplexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora