Capítulo 33: ¿Cómo evitar lo inevitable?

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Allan

—Espera, recapitulemos —dijo mi mejor amigo cuando terminé de contarle todo lo que pasó anoche—. Cuando nos fuimos, no terminaron ''la tarea'' y Emma te propuso que la conquistaras.

Estábamos en nuestra cafetería favorita sentados en la mesa de siempre. Jane la apodó cariñosamente como ''El tablero del chisme''. El nombre le quedaba perfecto en vista de nos reunimos ahí con el único propósito de hablar tanto de nuestras vidas como de las ajenas, los chismes son cortesía de Carlos y su cuñada.

—Exacto —asentí.

—Ustedes dos son demasiado complicados. ¿Qué les costaba tener sexo salvaje sobre el sofá y comenzar la relación como un par de universitarios normales?

—Quizás así se hubieran dado las cosas si tú y las gemelas no nos hubiesen interrumpido —entorné los ojos en su dirección.

—Mierda, es cierto —resopló por lo bajo—. Pero en mi defensa diré que cuando te escuché tan destrozado por teléfono sentí que como tu mejor amigo debía ir a apoyarte.

Ok, en eso tenía razón.

Cuando Emma se fue a esa cita, sentí que la había perdido por completo, incluso me dolió más que la traición de Vanessa. Pero luego cuando la vi regresar, supe que era mi última oportunidad de declararme, y cuando me dijo que sentía lo mismo por mí, solo pude pensar en lo mucho que quiero a esa chica.

—De todas formas prefiero las cosas así —me encogí de hombros.

—¿En serio? —frunció el ceño.

—Sí. Esa idea de conquistarla a la vieja usanza me parece muy original. Además, Cenicienta aún no sabe a lo que se enfrenta, el Allan playboy no se parece en nada a lo que ha visto hasta ahora —sonreí con picardía.

—¡Ese es mi mejor amigo! —chilló exageradamente—. Gracias, Diosisto —alzó las manos—, prometo ir a misa este domingo.

Reí ante su melodramática reacción y tomé mi vaso de malteada para darle un sorbo.

—Por cierto, ¿cuándo llegan las chicas?

Miró detrás de mí y sonrió.

—Las llamaste con el pensamiento. Ahí vienen.

Me giré y observé a las tres chicas dirigirse hacia nosotros. La mía en específico lucía hermosa. En realidad siempre luce bien, pero al parecer el clima frío hace que su piel reluzca y su bonito color de ojos resalte. ¿Acaso puede ser más encantadora de lo que ya es?

—Hola, chicos —dijeron las gemelas al unísono.

—Aún no me acostumbro a eso —rió Carlos haciéndoles un espacio a su lado.

Emma por instante dudó si sentarse conmigo o no, pero en un movimiento rápido Jane la tomó de los hombros y la sentó a mi lado, luego tomó asiento junto a su hermana.

Decidimos pasar por alto el gracioso momento y quise romper el hielo.

—¿Saben que yo tampoco me acostumbro a que las chicas hablen a las vez? —comenté—. Se puede decir que me habitué a no verlas juntas y durante las pocas excepciones solo discutían. Pero no me malentiendan, adoro verlas tan unidas —sonreí.

—Pues sí —asintió la rubia—, poco a poco todo está volviendo a ser como antes. ¡Ah! Y yo también adoro verlos juntos a ustedes dos —guiñó un ojo refiriéndose a mí y a Emma.

Ya se habían tardado.

—Chicos, no empiecen —pidió mi castaña—. Ya admitimos que nos gustamos e incluso nos declaramos, así que pueden dejar de molestarnos al respecto.

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