Capítulo 17: Lluvia

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Allan

Llevábamos no sé cuánto tiempo hablando en aquel parque. Surgieron miles de temas, banales en su mayoría, pero estaba disfrutando de la compañía de Emma como nunca lo había hecho con nadie. Eso es difícil de encontrar, no siempre conectas con alguien lo suficiente como para hablar por horas sin cansarte. Ella es divertida, me agrada cómo piensa y me ha contado dos o tres anécdotas que demuestran una vez más lo adorable y desdichada que puede llegar a ser.

—Vamos, siguiente pregunta —aplaudió, animada.

—A ver, yo te conté cómo fui en High School —me giré por completo en su dirección—. Ahora te toca a ti.

—Pues... —se encogió de hombros— era popular.

—¡No me digas! —sonreí interesado, acercándome un tanto más a ella.

—No tenía intención de serlo, pero cuando eres hija de una empresaria de la industria de la moda y posees don de gentes, te ganas cierta fama escolar.

—O sea que eras popular por moda y simpatía —deduje.

—Podría decirse que sí. No era de tener muchos amigos, la gran mayoría se juntaban conmigo por mi madre. Toda la escuela me conocía y, falsos o no, a todos parecía caerles bien —me contó con cierto tono desinteresado, pero con un trasfondo triste.

—Eso es horrible.

—Un poco, pero me lo pasé bien en esa época —me mostró una sonrisa forzada, no me gustaba verla sonreír si era de esa forma—. Además, ahora tengo a Jane que vale por mil.

Tenía curiosidad acerca de esa relación de amistad. Jane es explosiva, mal hablada, grosera, muy extrovertida y sin pelos en la lengua. Emma en cambio es tierna, tranquila, impredecible, hermosa...

¡Mierda!, me estoy yendo por las ramas.

—Tengo que preguntar. ¿Cómo es que tú y Jane acabaron siendo amigas? Son...tan diferentes.

—Justo por eso nos llevamos tan bien, nos complementamos. Jane saca mi lado divertido, me apoya como nadie, da la cara por mí en cualquier situación e indirectamente me ayuda a no olvidar tener sentido común —rió, lucía como si en su mente se estuviesen reproduciendo docenas de recuerdos memorables.

—¿Cómo se conocieron?

Su respuesta fueron un par de carcajadas que, en mi opinión, eran contagiosas. No sé porqué, pero me encanta verla reír. Es como...escuchar tu canción favorita, sabes que el solo hecho de escucharla te alegrará el día.

—En una fiesta de fraternidad. Fue en primer año, recién comenzaba el primer semestre y, exceptuando a Fátima, no conocía a nadie más.

—Entonces decidiste ir a una fiesta para conocer gente.

—Exacto, pero fue mala idea... —confesó avergonzada.

—Ya me intrigaste. ¿Por qué?

—Porque no me lo estaba pasando bien. Fátima, que fue quien me arrastró a esa fiesta, me dejó tirada. Me perdí en la casa, que por cierto era enorme, y la cereza del pastel: se me rompió un tacón.

Ese fue mi límite, comencé a reírme sin parar. Ok, sé que estaba mal que me burlase, pero en mi defensa diré que hace un rato ella también se burló de mí.

—No te rías, tonto —me golpeó amistosamente.

—Solo respóndeme algo —pedí aún entre carcajadas.

—¿Qué? —frunció el ceño, fingiendo enojo.

—¿Qué te pasa con los tacones? ¿Por qué siempre se te rompe uno?

Love DúplexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora