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No sabía quien era su madre, solo sabía que un día lo abandonaron luego de llegar a este mundo.

Estaba todo escrito en la copia del expediente que le proporcionaron luego de convertirse en mayor de edad y verse obligado a abandonar el orfanato que lo acogió por toda su vida.

Una joven de nombre X llegó a un hospital de nombre X con constracciones constantes, luego de unas cinco horas de labor, al fin un niño sano de unos 3 kg respiró por primera vez el óxigeno nada puro de Chongqing.

La mujer fue traspasada a una habitación y en un descuido salió de ahí sin que nadie se diera cuenta, dejó tras de si a todo un pabellón de enfermeras y guardias reprendidos y a su hijo.

Él nunca la buscó, probablemente el nombre dado en el hospital era falso, eso y, si alguien sale del hospital con sangrado constante y cuando prácticamente se acababa de partir en dos, quería decir que no le interesaba mucho esa vida olvidada en aquella fría habitación.

El niño tuvo una vida normal, al ser la única que conoció no lo veía diferente o anormal.

Los edificios donde cuidan a los niños no deseados o demasiados desafortunados, no eran como lo pintan en las películas. No había tiernas mujeres que los cuidaban desde que eran bebés hasta que se convertian en adultos o eran adoptados. Habían muchas personas en los recuerdos de Zhan, de todos tamaños y edades, cuando una trabajadora social salía otra nueva ya estaba ocupando el puesto, lo mismo ocurría con las cuidadoras y los directivos del lugar, gente yendo y viniendo, todo girando en ese sitio como si se tratase de un complejo sistema de engranajes que se movian al pasar de los días con perfección mecánica.

Muchos niños se fueron, algunos al extranjero, muchos niños se quedaban, demasiados para ser honestos, uno de estos niños fue Xiao Zhan.

Te asignaban un nombre para no ser el niño numero tal, eso sonaría demasiado cruel, como si se tratasen de prisioneros en campos de prisioneros de guerra; por eso era preferible darles un nombre decente, para que el gobierno no luciera despiadado y les diera algo de humanidad a estos pequeños ciudadanos que por razones y fuerzas desconocidas terminaban en estos lugares.

Al llegar a la mayoría de edad debías irte, afortunadamente los programas sociales te ayudaban a serle util a la sociedad que había pagado con sus impuestos toda tu educación, vivienda y ropa durante 18 años.

Zhan se mudó de Chongqing a Beijing, estudiaba mientras trabajaba en un taller de arte de algun excentrico artista primerizo. Al terminar la universidad comenzó como profesor en una escuela de artes y oficios.

Los fines de semana daba clases de manualidades en una casa hogar, sentía que era su deber enseñar a esos niños como en su momento lo hicieron con él.

Todo en su vida era manejado de manera cuidadosa, había días en los que parecía que seguía siendo ese niño al que despertaban a las 6 de la mañana para que se aseara, luego el desayuno, la escuela, los deberes escolares, los deberes del hogar para finalmente dormir a una hora decente y poder despertar al día siguiente con la suficiente energía y volver a hacer la misma rutina de un día anterior de nuevo.

Hasta que un día...

Asisitió a la feria estudiantil en una universidad de la ciudad. La escuela de artes y oficios para la que trabajaba se presentaria para ofrecer sus ofertas de cursos a los estudiantes de preparatoria próximos a graduarse, sabía por sus años de servicio que algunos fervientes jovenes se interesaban en algunos oficios o ramas artísticas, nunca esta de mas aprender algo nuevo en un mundo tan competitivo como el que vivían.

After The RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora