Prefacio

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He estado aquí antes.

Una y otra vez.

Y siempre la misma pregunta.

¿Esto es todo?

¿Esta es la vez?

Y estoy tan cansada.


¿Cuántos años tienes?

Soy vieja.

¿Qué tan vieja?

Demasiado vieja.


A las personas que conocen lo que soy,

les gusta preguntar mucho...

qué tan vieja soy,

qué personajes históricos conocí,

qué eventos históricos importantes viví,

cuántos años estuve sola.


Y yo siempre respondo lo mismo...

No lo sé.

Olvidé llevar la cuenta.

Pasó tanto tiempo que no lo recuerdo.


Pero la verdad es que sí recuerdo.

Recuerdo todo.


No es solamente lo que el tiempo roba,

es lo que el tiempo deja.

Cosas que no puedes olvidar.

Y en mí no ha dejado más que dolor.


He cometido miles de errores,

miles de los que me he arrepentido;

y he pagado el precio por cada uno de ellos.

He hecho tanto bien como mal.

He amado y odiado con intensidad.

Me he cuestionado mis creencias,

más veces de la cantidad de años que he vivido

y de las veces que he muerto.

He dolido y sufrido

de todas las maneras posibles de imaginar,

pero admito que no hay nada peor

que la sensación de tener el corazón roto.


Pero hay algo que nunca he dejado de hacer...

Luchar.


Si algo he aprendido

en mis infinitos largos años de vida,

es que todas las personas tenemos

algo que nos persigue.

Algo que por más que queramos evitarlo o escapar,

siempre nos alcanza y nos encuentra.

Una y otra vez.


En mi caso, es la soledad.


Desde que tengo a mi equipo,

pensaba que no iba a volver a estar sola.

Pensaba que mi destino había cambiado.

Pensaba que si había más inmortales en el mundo,

eso era para que nos encontremos y acompañemos.


Sin embargo, aquí estoy.

Ahora soy mortal.

Y ahora, una vez más,

me encuentro sola.

Porque mi realidad es que,

tarde o temprano,

todos me dejan.


Por eso es que siempre sentí y viví la inmortalidad

más como una maldición que una bendición.

A million ways to dieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora