Veintiséis

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Bárbara


Todas las mañanas, siempre que despierto, me digo a mí misma que es un día como cualquiera. En esta ocasión no es así. Hoy es mi cumpleaños numero veinticinco, y la verdad se siente un poco diferente.

Por la noche, en punto de las doce, comencé a recibir mensajes de mis amigos, además de una llamada de Fernando. Duramos cerca de dos horas y tuvimos que terminar porque él trabaja el día de hoy. Solo espero que esa desvelada no le afecte durante su jornada laboral.

Estoy acostada, veo mi reloj y son las diez de la mañana. Hoy me han dado el día en el trabajo, lo aprovecho para dormir un poco más tarde. Solo estoy viendo hacia el techo, escuchando el sonido de los autos que pasan por la calle y algunas vecinas que pasan saludando. Todo se ve tan tranquilo, se ve todo en orden en mi habitación. Giro un poco hacia la izquierda y veo a Otis acostado a mi lado, sigue durmiendo.

Enciendo el televisor para ver un rato las noticias, me estiro un poco ya que he dormido bastante bien, hace días que no lo hacía. Y cuando estoy en mis cinco minutos de tranquilidad, se ven interrumpidos por la presencia de Dacia, quien entra con una bandeja donde trae el desayuno.

—¡Bárbara, feliz cumpleaños! —expresa mientras entra de sorpresa, mostrándome lo que trae consigo—. Te cantaría las mañanitas, pero me da flojera.

—No te preocupes, no es necesario —le digo mientras se acerca a mi lugar.

—Te he preparado el desayuno. —Coloca la bandeja sobre mi regazo. Veo que hay pan tostado, una taza de café, hotcakes y fruta picada—. Se me quemó un poquito el pan y creo que el café me quedó más amargo de lo que te gusta.

—La intención es lo que cuenta. Gracias. —Me reacomodo en mi lugar para comenzar a desayunar.

Pruebo el café y compruebo lo que acaba de decir, aunque voy a disimular porque no quiero hacerla sentir mal, justo cuando estoy a punto de darle una mordida al pan, noto que está viéndome, con una sonrisa. Pero no es cualquier sonrisa, es una que refleja misterio. No está en plan en que debo decirle que me parece este detalle, creo que trae algo entre manos porque las ha escondido en el bolsillo de su suéter.

—Ah... ¿qué pasa? —inquiero para después morder el pan. Y sí, se le quemó un poquito.

—Nada malo, solo que... ¿cómo te sientes en este día? —cuestiona mientras toma asiento en el borde.

—Creo que normal, todo está tan tranquilo.

—Cumplir veinticinco debe ser un verdadero reto en la vida —menciona y solo me dedico a desayunar—. Y...

Por volverte a ver [Completa✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora