Fernando y Bárbara son polos opuestos, muy difícilmente podían coincidir en algún momento en la vida, pero por ordenes del destino sucedió.
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Él, sentía que su vida se acababa poco a poco.
Ella, estaba buscando una sal...
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Bárbara
Recuerdo que cuando era niña siempre había soñado con el día de mi boda. Y al verlo realizado fue mucho más de lo que esperaba.
Esa noche del veintisiete de agosto unimos nuestras vidas por el resto de nuestros días. No niego que me sentía del todo nerviosa, pero poco a poco todo fue desapareciendo. Saber que ahora estamos juntos es lo que más anhelaba desde el momento que me pidió ser su esposa, aquella noche de mi cumpleaños número veinticinco.
Lo que comenzó con algo realmente tranquilo horas después fue una fiesta descomunal, el único detalle es que no debí una sola gota de alcohol. Eso sí, de todos modos disfruté de mi boda. Después de una enorme celebración donde hubo poco más de setecientos invitados, por la tarde del día siguiente descansamos un poco para que el lunes por la mañana irnos a lo que sería nuestra luna de miel. Hasta ese momento era todo un misterio a donde iríamos, fue hasta que llegamos al aeropuerto que me dio la noticia que llegaríamos en un par de horas a la Riviera Maya.
Me sentía tan emocionada y un poco desesperada, siendo honesta jamás había visitado esa playa, solo las que quedan a unas cuantas horas de Nuevo León. No cabe duda de que Fernando sabe exactamente lo que me gusta. Es un lugar demasiado hermoso y de en sueño, solamente había visto fotos y estar ahí fue maravilloso.
Tuvimos una guía turística demasiado amplia, cada sitio lo visitamos y disfrutamos al máximo nuestra estadía de dos semanas. Y para mi suerte, en ocasiones los achaques del embarazo se hicieron presentes y hasta cierto punto opacaban nuestro recorrido por esa hermosa playa y sus maravillas. Después de varias semanas de no sentir esos síntomas habían llegado, para mi desgracia, en plena luna de miel. Por suerte encontraba un baño cerca para arrojar los desayunos que degustaba antes de salir del hotel.
A pesar de esos pequeños contratiempos la pasé demasiado bien. Como cada lugar que visito llevé conmigo mi tan apreciada cámara y logré captar hermosas puestas de sol, además de lugares increíbles que me gustaría plasmarlos y colocarlos en cuadros en nuestra casa. Estaba tan relajada que al momento de regresar no quería abandonar ese lindo lugar paradisiaco y volver a nuestra realidad, pero era momento de hacerlo.
En cuanto volvimos, pusimos manos a la obra para terminar con los últimos detalles de nuestra casa, la cual es realmente hermosa: bastante amplia, acogedora y con un enorme jardín al frente. No pedí otro detalle extravagante más que solo tener mi propio jardín y hacerme cargo de él, Fer aceptó e hizo todo para que luciera realmente increíble. Ahora que veo por el enorme ventanal que tenemos en nuestra sala de estar veo los hermosos rosales y los árboles que hay, los cuales dan una sombra agradable.
También tomó en cuenta de que Otis se mudaría con nosotros, ya que él siempre la pasa conmigo. Y el extra sería Milo, ya que Toni comentó que no dejaba de llorar desde que Fer dejó el departamento, así que lo ha traído con nosotros. Por suerte él y Otis se llevan bien. De un momento a otro nuestra familia creció aun más.