Última parte de Confesionario.La mezcla de su avidez con la falta de experiencia o costumbre,hizo de ese beso algo brusco,pero nada incómodo para mi y menos para él. Aun sostenía ese látigo,sentía la empuñadura contra mi espalda,mientras que mis dedos palpaban las huellas de aquel objeto sobre la piel de su dorso. Las heridas estaban frescas y deslice por ellas mis manos causándole un leve dolor, del que se desquitó mordiendo mi labio inferior hasta hacerlo sangrar. Mi represalia fue hundir mis dedos en sus carne expuesta desatando así la contienda. Esa noche, sobre ese camastro,Zamasu supo como se empleaba un látigo.
Desde ese primer encuentro en que abrimos una puerta vertiginosa al placer,la pasión de cada encuentro fue más y más indiscriminada. De mí podían imaginar cualquier cosa y se quedarían cortos,pero de él,un sacerdote con una fé y moral tan puras,como la que mostraba,
nadie hubiera podido imaginar sus apetencias desprovistas de toda conciencia. No había moral ni virtud que defender en esa cama.Estábamos por encima de todo bien y todo mal en los desaforados climax como en el trayecto a este.Cada domingo nos reuníamos a escondidas en esa su habitación. Yo entraba discretamente y lo esperaba dentro.El mejor momento para ingresar era durante la misa,pues todo el pueblo estaba en esa iglesia oyendo como se irían al infierno hasta por respirar. Los sermones de Zamasu eran más pesados y más inquisidores desde que dormía conmigo.Hablaba con enfado a sus fieles. El motivo lo soltó después de una de esas jornadas. Como sacerdote oía confesiones de todo tipo.
Pero una mañana algo cambio.
Yo estaba en mi casa,apenas levantándome, cuando alguien toco a la puerta. Me sorprendió verlo ahí, mas no seria la primera vez que me visitara. Nuestros encuentros se hicieron más frecuentes,demasiado frecuentes. Creamos una dependencia el uno por el otro y él una especie de dominio sobre mí que muchas veces nos costoy una discusión. Era sólo un sentido de propiedad,nosotros no nos amabamos de ninguna forma. Siempre creí que de ser descubiertos Zamasu me acusaría de haberlo seducido (que no era una mentira) y seria el primero en lanzarme piedras,
pero me equivoque.Siempre hay alguien vigilando lo que otros hacen para señalar a aquellos que obran mal,que se equivocaron o sólo fueron estúpidos. Personas con vidas tan aburridas que tienen que vigilar las de otros para no sentir que pierden su tiempo. Una de estas,un día, descubrió que el sacerdote metía a su habitación a una mujer. Apenas estábamos empezando cuando ella y un grupo de mojigatas golpeo la puerta. Zamasu me tomo por la cintura y me escondió en el techo,entre las vigas. Abrió la ventana y tiró mi vestido fuera así que,cuando entraron,
pensaron me había fugado.
No podía negar que estaba con una fémina asi que dijo que era una prostituta.Al pobre casi lo linchan y aun así no revelo el nombre de la mujer con la que estaba y yo no dejaba de preguntarme ¿Por qué? Y no lo entendí hasta mucho después,
cuando fue llevado a la capital y yo recibí una carta con algunas monedas ¿Cómo lo supo? Nunca la sabré.Zamasu podía ser muchas cosas,pero tengo que reconocer que jamás perdió su fé,llegando a sentirse,por momentos,como el peor de los pecadores.
-Culpa si-le dije una de esas noches-Es así como la religión nos domina,haciéndonos sentir culpables por ser felices y temer por el castigo. Ser felices es tabú,debemos pasar por la vida penitentes siempre,con la culpa a cuestas,rogando ser salvados,ser perdonados,pero ¿Qué hacemos de malo? No interferimos con la libertad de otros ni dañamos a otros o los hacemos parte de esto...
-La moral impide que nos volvamos unos animales salvajes-me respondió sentado al borde de la cama-La...
-No digo que no sea necesaria,
pero de que tiene más de una cara y un precio,no puedes negarlo-le respondí y caímos en un breve intercambio de palabras.Han pasado diez años desde aquel día en que lo ví salir del pueblo en compañía del arzobispo. Nunca perdí contacto con él.Dos veces al año recibía una carta suya. Me mude varias veces y siempre lograba ubicarme,supongo que el hecho de que tú existas mantuvo las cosas así.
-¿Aun es sacerdote?-me preguntó mi hijo.
-Sí,no fue el primero ni será el último que cae en la cama de una mujer. Por eso venimos aquí,hoy conocerás a tu padre,Sonzai.