Elsa y Anna habían estado juntas por horas, sin tener noción del tiempo. Habían tomado un par de libros de la biblioteca del castillo, dirigiéndose hasta la habitación real para permanecer ahí simplemente leyendo e intercambiando miradas de vez en cuando.
Se sentían tan bien juntas. En especial Elsa, era lo que más había deseado toda su vida. Anna era lo que más había deseado toda su vida... Y ahora la tenía junto a ella completamente concentrada en las páginas de su libro. Podría no ser muy distinto a lo que solían hacer siempre, pero ahora no tenía que disimular sus miradas y los sentimientos que venían con ellas, ni tampoco debía alejarse lo suficiente de su hermana. Ahora podía estar tan cerca de ella como quisiera y eso era algo que le fascinaba.
—Me encantaría saber lo que pasa por tu mente. —habló la contraria dejando salir una corta risa.
La peliblanca llevaba tanto tiempo mirándola, que Anna se sintió un poco incómoda y decidió interrumpir su concentración hacia ella. No era normal recibir tanta atención de parte de Elsa, y aunque no era algo que le desagradara, tampoco era tan sencillo acostumbrarse a la nueva situación entre ambas.
—Lo lamento. —habló por lo bajo con un leve sonrojo.
—Está bien. Solo esperaba mi turno de mirarte, pero no parecía llegar. —la cobriza le dedicó una sonrisa genuina a la contraria.
—Lo siento.
—Es una broma, tranquila. —Anna depositó un corto beso en la mejilla de la contraria haciéndola sonrojar con ese sencillo gesto.
—¿A dónde vas? —cuestionó la mayor al notar que la contraría se incorporaba.
—Debo encargarme de algunas cosas en...
—Pero ya casi es hora de dormir. —la peliblanca hizo un puchero esperando convencer a la contraria de quedarse.
—Mis horarios son algo distintos ahora. —informó con una sonrisa amable.
—¿Puedo ir contigo?
—Preferiría que durmieras —contestó mientras abría la puerta de la habitación—. Pero sé que no lo harás, así que...
La pálida dejó salir una tierna risa que aceleró el corazón de Anna. Ella salió de la cama y se acercó hasta la pelirroja, quien le permitió salir primero y luego ella detrás. Por alguna razón, el comportamiento de la albina había sido algo infantil esas últimas horas. Anna no sabía si se debía a la nueva situación en la que se encontraban, pero le encantaba esa faceta tan tierna de su hermana. Realmente la tenía tan cautivada.
Anna miró a la platinada que se encontraba un par de pasos delante de ella y unas inmensas ganas de tomar su mano la invadieron. No tenía idea del por qué, simplemente deseaba hacerlo. No lo pensó mucho, se acercó lo suficiente a la mayor como para tomar su mano y entrelazar sus dedos con fuerza y delicadeza a la vez. Sintió cómo la contraria se tensó ante el tacto, pero correspondió la acción luego de unos segundos de titubear.
—¿Estás segura de esto? —cuestionó en un susurro— Podrían vernos.
—La servidumbre no recorre los pasillos a estas horas. —respondió con suma tranquilidad.
—Ah, claro.
Anna seguía su camino sin importarle si quiera mirar a su alrededor para cerciorarse de que nadie las observaba. Tal vez Elsa era algo exagerada con respecto a ocultarse de los demás, pero ¿cómo alguien podría culparla? La mayor parte de su vida eso era lo único que sus padres le repetían una y otra vez. Que debía ocultarse a ella misma.
Y por supuesto, su hermana había tenido una vida completamente distinta, así que no le importaba que la servidumbre las descubriera, pues eran como parte de su familia al convivir más con ellos que con su familia real. Era entendible, y aunque a Elsa le incomodaba un poco el no ocultarse, también le encantaba que Anna no tuviera miedo de demostrar que la amaba, aunque fueran solo pequeños detalles.
Llegaron al despacho real y Anna abrió la puerta para que la ojizarca pudiera pasar delante de ella. Tomó asiento detrás del escritorio y Elsa en el pequeño sofá que se encontraba justo a un lado. La reina comenzó a cumplir con sus tareas mientras Elsa se distraía con algunos pergaminos que se encontraban sobre el escritorio, intentando soportar el sueño que la invadía.
Pero no pasó mucho tiempo para que la platino cayera completamente dormida. Anna la miró con admiración reflejando en sus ojos, se sentía la persona más afortunada en todo el mundo por tener a una mujer tan perfecta con ella. Se alegraba de tener el corazón de su hermana, pues estaba segura de que nadie más lo merecía y lo cuidaría como ella siempre lo pensaba hacer.
Se levantó y caminó hasta estar frente a la contraria. Tomó a Elsa en brazos con facilidad, pues la princesa era demasiado ligera, incluso Anna hizo una pequeña nota mental para sugerirle comer un poco más luego. Justo cuando logró abrir la puerta para salir, se encontró con el mayordomo parado frente a ella mirando con confusión aquella escena.
—Majestad, venía a recordarle que...
—...debe descansar —interrumpió con una sonrisa—. Lo sé, Kai, justo en eso estoy.
Kai asintió sin decir otra palabra, pues no quería despertar a la princesa que parecía disfrutar tanto dormir en los brazos de la monarca. Anna no se preocupaba, sabía que Kai no diría nada y tampoco haría preguntas, así que todo estaba bien.
Llegó a la habitación y depositó con cuidado a la albina sobre la cama, retirando su calzado y cubriendo su cuerpo con la suave sábana de seda. Ella sabía que tenía mucho trabajo que hacer, y realmente tenía intenciones de regresar al despacho y terminarlo, pero las ganas de descansar con Elsa se lo hicieron imposible.
Rodeó la cama y se recostó del otro lado, dudando si abrazar o no a la ojizarca, pues a pesar de que era justo lo que quería hacer, no quería hacerlo sin su permiso. Y le fue concedido cuando Elsa se giró, acurrucando su cuerpo contra el de Anna, haciendo que un sonrojo apareciera en el rostro de la menor, pero logró tranquilizarse luego de unos minutos y rodeó a Elsa con sus brazos, sintiendo una hermosa sensación de calidez en su pecho cuando se acercó aun más a su cuerpo.
—Realmente te amo, Elsa. —susurró con timidez a pesar de saber que la contraria no podía escucharla— Y sé que todo esto es nuevo para ambas, pero... te prometo esforzarme siempre para hacerte feliz.
Se mantuvieron de aquella manera toda la noche, pues ambas se negaban a separarse un solo centímetro de la otra. Aquélla hermosa sensación de tranquilidad las había hechizado a las dos.
Los prejuicios que las rodeaban a ambas, no solo por ser hermanas, sino por ser mujeres, las obligaba a amarse en secreto. Cualquier error que cometieran, una sola persona incorrecta que las mirara en una situación "incorrecta" podría costarles la vida, podría costarles todo. Anna lo había pensado mientras trabajaba en el despacho, había mirado por horas el mismo pedazo de papel pensando en todo lo que podía suceder si alguien decía algo, como Kristoff.
Se sentía insegura, pero esperaba conocer correctamente al rubio, lo suficiente como para esperar y confiar en que no haría nada que las dañara a ella o a Elsa, que fueron una familia para él.
Tanta inseguridad a su alrededor y en lo único que pensaba era en lo mucho que esperaba vivir más momentos con Elsa a la mañana siguiente y la siguiente, y todas las mañanas que seguían después de esa.
No había duda alguna de que todo su corazón le pertenecía a Elsa. Lamentaba con todo el alma no haberse dado cuenta antes y no hacerla sufrir todo lo que seguramente sufrió por culpa suya.
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𝑭𝒐𝒓 𝑻𝒉𝒆 𝑾𝒉𝒐𝒍𝒆 𝑬𝒕𝒆𝒓𝒏𝒊𝒕𝒚 ❥ 𝐸𝑙𝑠𝑎𝑛𝑛𝑎.
Hayran Kurgu¿Qué nuevo reto superará Elsa luego de volverse el quinto espíritu? De hecho, no será nada nuevo. Elsa se enfrentará a los sentimientos que lleva tiempo evadiendo y que debe ocultar más que nunca luego del nuevo compromiso de su amada hermana. Todo...