Rubén
Millones de copos de nieve caen sobre nosotros, algunos se quedan en nuestros gorros, los otros se esparcen en el suelo dibujando un paisaje que radia paz, libertad y felicidad silenciosa.
Automáticamente, sin pensar inclino la cabeza hacia arriba y cierro los ojos. Siento pequeños golpes sobre mis ojos, la frialdad me llena tanto físicamente como emocionalmente. Después de dos minutos empiezo a perder la sensibilidad de mis ojos. Sin abrirlos pongo la cabeza en vertical, froto los guantes contra mis párpados cerrados con gentileza para entrar en calor. Despacio abro los ojos y me sonrío a mí mismo. Me siento orgulloso de mi mismo. Hacía esto con Orquídea cada vez que nevaba o llovía sea donde sea y sin importar la hora. Era un reto que vivíamos juntos. Era nuestro momento especial para sentir y recordar las situaciones difíciles por las que habíamos pasado juntos. Sosteníamos las manos de cada uno, echábamos la cabeza atrás y volvíamos a vivir esos momentos duros. Lo recordábamos no desde el dolor, la amargura o la angustia, sino desde la fuerza, el cariño y el amor que había entre nosotros que nos ayudaba a sobrepasar cada una de esas situaciones. Es la primera vez en ocho años que lo hago sin sentir dolor por estar haciéndolo solo. Por fin he aceptado que nunca lo volveré a hacer con Orquídea y me siento mejor. Un gran peso ha sido levantado de mis hombros, he dejado de permitir que la carga este allí atormentándome en silencio. Exhalo dejando que se vaya completamente.
– Papá, ¿por qué estás ahí parado? ¿Estás bien?
–Si, cariño. Estoy mejor que bien. De veras. – Añado al ver muchas preguntas plasmadas en su rostro.
–Eso me dices cada año, papá. Ya no soy una niña pequeña. Sé que se trata de algo muy importante, lo percibo.
Mi sonrisa se esfuma al escuchar esas palabras. Tristeza me llena. –Lo siento, Cabrita. No puedo contarte eso, fue algo muy especial entre tu madre y yo y se queda entre nosotros.
Mar asiente sin decir nada más. Me dedica una sonrisa genuina, coge nieve y la forma en una pelota. –¡Lucha de nieve! – Me tira la bola de nieve antes de que pueda asimilar lo que ha dicho.La nieve se deshace al chocar con mi mejilla, la frialdad esparciéndose por mis células. Una sonrisa malvadilla se dibuja en mi rostro. Froto las manos y cojo mucha nieve para formar una pelota grande. Mar empieza a alejarse corriendo, pero la alcanzo rápidamente. –E, tu no te escapas tan fácilmente de mi. – Tiro la nieve y esta se rompe en pedazos sobre su hombro.
Nos reímos, la alegría se siente en el aire frío. Nos caemos por la fuerza con la que nos tiramos las pelotas gigantescas, nuestras cazadoras empapandose. Se siente como hilos congelados entrando en nuestras espaldas.
Cierro los ojos y doy las gracias al universo por darme estos momentos, me siento mucho menos solo con Mar a mi lado en la vida. Hay gente que experimenta la injusticia y crueldad de perder a toda su familia de golpe. Yo tengo la gran suerte de seguir teniendo a Mar.
Abro los ojos y enfoco estos en mi hija. Está tumbada en la manta blanca y frígida, sus brazos están estirados y se mueven creando dos medio círculos. La mezcla de marrón y amarillo de sus pupilas está mirando fijamente al cielo, perdida en el azul y violeta oscuros. Cabrita está en su propio mundo creando un ángel en el suelo.
Mis calcetines se pegan a mi piel al mojarse pero no me importa ahora. Ahora lo que importa es este momento especial con mi hija. Perder a Orquídea también me ha hecho sentir que necesito valorar muchísimo cada momento en familia, hay veces que se ha convertido en algo constante y eso tampoco puede ser, tienen que ser momentos y debo dejar a mi hija tener su tiempo a solas o con sus amigos. Tiene que poder tener una vida, eso es algo que siempre he entendido pero me ha costado permitírselo estos últimos años por el temor tan grande que tengo de perderla como perdí a mi esposa. Hay veces que todavía me cuesta dejarla salir sola pero estoy trabajando en eso y Mar lo sabe.
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Almas Gemelas ✔
RomanceOcho años despues de la muerte de Orquídea, su esposo, Rubén, y su hija, Malena del Mar siguen con sus vidas. Ya tiene 16 años y quiere a su padre con todo su alma, igual que él a ella. Pero echan mucho de menos a Orquídea. Rubén ya había encontra...