Capítulo 9- Una persona más

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Rubén

La puerta de la entrada se abre. Antes de darme la vuelta oigo unos tacones chocando contra el suelo.

–Buenos días, Señor Montes. Me llamo Lluvia, su vecina. – Su voz es dulce, suena como una melodía suave, delicada y fluye como el mar.

–Buenos días. – Me sorprende lo blanca que es su piel, usualmente los españoles somos de piel oscurita. Sus ojos son azules oscuros, parecen haber sido tragados por una oscuridad profunda. Su pelo está lleno de rizos pequeños, ella se ha hecho un peinado curioso con estos. Algunos de sus rizos están puestos encima de otros, horquillas sujetan estos, unos cuantos mechones de cabello están sueltos llegándole hasta su pecho. Pendientes blancos, pequeños y simples cuelgan de sus orejas.

Me asombra su atuendo. Es simple pero se ve muy elegante y estiloso. Lleva vaqueros rojos y una blusa color crema. La mezcla no es algo extraordinario pero a la vez si lo es.

–¿Señor Montes?

Parpadeo y presiono los labios. ¿Cómo se interactúa con una mujer desconocida?

Es diferente en el trabajo porque conozco a mis compañeras desde antes de que Orquídea se murió. Cuando perdí a Orquídea también perdí las ganas de salir al mundo exterior y por efecto también interactuar con las personas. A parte de la cita que he tenido hace unos días ha pasado años desde la última vez que articulé más de unas pocas palabras a una mujer.

–P-Puedes tutearme. Mucho gusto, Lluvia. Mar me ha contado mucho sobre ti, te considera una amiga. – Nos damos la mano.

–Es una persona muy madura para su edad. Me agrada escuchar que me considera una amiga. – Soltamos la mano del otro y Lluvia sonríe con mucha sinceridad. –Debo admitir que me sorprendió cuando Mar me invitó aquí, quiero asegurarme de que estás cómodo con que yo esté en tu casa.

Directa al grano, considerada, respetuosa y amable. Eso me gusta. –¿Puedo preguntar qué es la tarea con la te quiere ayudar mi hija?

–Claro. Mi editora quiere que cree un cuestionario para jóvenes para saber que piensan de mi historia distopíca, si cambiarían algo, si lo han compartido con sus amigos, etcétera. Mar ofreció ayudarme y he pensado que sería muy curioso desde su punto de vista porque ella sabe cómo piensan los adolescentes hoy en día pero también es como una adulta.

Asiento. –Si, eso suena muy interesante. Y sí, estoy bien con que estés en mi casa, le has aportado mucho a mi hija, gracias. Eres bienvenida a mi casa, Lluvia. Y llámame Rubén.

 –Muchas gracias, Rubén.

 –Debo irme al trabajo. – Echo un vistazo al reloj, son casi las nueve. Voy a llegar tarde pero eso no me estresa porque tengo un poco de flexibilidad gracias a mi jefe. –Encantado de conocerte, Lluvia. Estaría bien hablar contigo algún día, las escritoras tienen mucho que contar.

–Con gusto, Rubén. Muchas gracias. – Repite.

–¡Mar! Me tengo que ir a trabajar. – Levanto la voz para que me oiga desde arriba. Escucho sus pasos apresurados bajando las escaleras.

Casi se lanza hacia mi dándome un abrazo muy fuerte. Me alegra que Mar no se avergüenza de darme un abrazo en frente de sus compañeros de clase o amigos. Nos separamos y le doy un besito en la mejilla y ella me da uno a mí. En todo momento siento los ojos de Lluvia sobre mi observándome pero le resto importancia.  –Que tengáis un buen día.

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