xx. red herrings

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1975 ― Quinto Curso


Al entrar a la enfermería, la morena trató con mucha dificultad meter los botones de su camisa en los ojales sin mancharla de sangre, pero fue imposible, pues sus manos y gran parte de su antebrazo estaban bañados en esta. El lugar, al ser bastante tarde, solo se encontraba con un alumno menor tratando de dormir. Se preguntó cuál sería la razón por la que a solo una semana del comienzo de las clases un niño que parecía de primero saldría ya accidentado, tal vez Hogwarts no era tan segura como aparentaba y presumía ser.

— ¿Madame Pomfrey? — susurró con fuerza, evitando interrumpir el descanso del pequeño de cabello negro. La mujer joven salió de su oficina, y al ver todo el desastre la envió a sentarse a una camilla mientras ella buscaba lo necesario para ayudarla, en lo que tardó unos cinco segundos — Filch de seguro va a castigarme esta vez, llevo todo el camino desde la torre de Gryffindor goteando por los pasillos.

— Deja que se queje el anciano ese, siempre ha sido igual — comenzó a limpiar el charco carmín que tenía en sus manos y ahora se desplazaba por las sábanas blancas de hospital. Con sus palmas ya lo suficientemente limpias para divisar las heridas reabiertas, la mujer soltó un suspiro — ¿Qué te sucedió, querida?

— Eran unas cicatrices que tengo desde hace un mes, más o menos. Me abrí algunas por accidente.

— ¿Y qué te sucedió hace un mes? Tengo que saberlo si quiero realizar un procedimiento impecable, ¿te parece bien?

— Sí, claro, no hay problema. Fue mi madre, con un palo de madera, hace unos años. Y luego... Fue con su varita mágica, si no me equivoco, aún son muy borrosos mis recuerdos. — solo en ese momento específico se detuvo a ver a la niña, quien no parecía medir el peso de sus palabras y hablaba con total naturalidad — ¡Demonios, lo siento mucho! No se preocupe por mí, por favor, ahora mis tutores legales son otros.

— Oh. Eso está muy bien. Gracias por decírmelo. — asintió, sin saber qué decir. La siguiente hora fue incómoda, mientras procedía con suturar las heridas con alta paciencia y delicadeza, no volvieron a dirigirse la palabra. Cuando terminó por amarrar sus nuevos vendajes y advertirle que tuviera más cuidado si no quería volver, Selene se quedó un rato sentada en la camilla, preguntándose donde ir. Adonde sea que vaya, un pasillo, la biblioteca, un salón de clases o incluso los baños, la gente la iba a mirar extraño. Eso a ella no le importaba realmente, nunca lo había hecho, pero aquella generación y en especial ese grupo de Slytherin que siempre la atormentaba era del tipo de personas que la enfrentarían haciendo preguntas privadas solo para burlarse de ella y hacerla sentir humillada. Quizá le dirían que ahora que era una Potter era oficialmente una traidora de la sangre, pues siempre se les miró en menos por no preocuparse por la supremacía de la sangre. O quizá preguntarían cuando ella y James tendrían su primer hijo, basándose en la teoría que había escuchado Regulus más temprano ese día. Muy ridículo a su visión, pues al fin y al cabo, todos ellos estaban comprometidos con amigos de sus familias o incluso primos. Selene no quería lidiar con ellos, así que se decidió por irse directamente a su habitación, terminar con sus copias de las clases a las que no había asistido y luego no volver a sacar la cabeza de entre sus sabanas hasta que sea el día siguiente.

Un segundo después de despedirse de la mujer y abrir la puerta de la enfermería, puso los ojos en blanco y levantó sus comisuras, contemplando a James sentando en el suelo.

— ¡Sel...! — exclamó levantándose con torpeza, casi tirando sus gafas en el proceso. Ella cerró la puerta detrás de ella y se cruzó de brazos — Quería... Quería darte algo de privacidad con Poppy, así que esperé por mi maldición aquí.

𝚂𝙲𝙰𝚁𝚂 ― james potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora