― 14. Cristal.

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『CAPITULO 14』

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|| Carl Grimes ||

El viento frío que entra por las rendijas me quiere obligar a cerrar los ojos, pero no puedo, no quiero. La poca luz que de la luna emerge, da directo en el rostro de Eva. No quiero cerrar los ojos, no quiero perder ni un detalle de sus facciones. Parece realmente descansar, le prometí a ella, y a mí, que siempre velaría sus sueños. No puedo dormir sin cumplir mi promesa.

— Si tomas una foto durará más... — una sonrisa grande se dibuja en su cara. La mía debe ser aún más grande. Recuerdo que alguna vez se lo dije mientras yo dormía en la caravana. Ella va abriendo los ojos poco a poco, sus iris grisáceos tienen un brillo especial, no puedo dejar de mirarlos, son realmente hermosos.

Mi chica con ojos de cristal, corazón de piedra y mirada de ángel me sigue mirando, reconozco ese brillo, ella ve en mí una especie de, paraíso personal cuando soy el mismísimo infierno.

― ¿Tú no crees que nos conocimos por algo? — suelto de repente.

― No lo sé... ¿por qué? — ella se acomoda en el asiento, no dejamos de mirarnos, podría haber una guerra a nuestro alrededor, pero en este momento solo somos dos almas mirándose a través de espejos de cielo y de cristal.

― Hubiéramos podido cruzarnos por ahí sin vernos, — mi mano se dirige a su mejilla, tomo uno de sus mechones rebeldes, — mirando hacia otro lado, distraídos... — ahora las yemas de sus dedos acarician con temor mi brazo desnudo — o haber pasado en diferentes horas, o no haber pasado nunca... tuvo que haber "algo", una muy bien estudiada casualidad, para que, entre los cientos de millones de personas tu y yo coincidiéramos en el mismo lugar.

Ella sonríe, como me encanta que sonría. Sus mejillas comienzan a tornarse rojizas, pero de inmediato ese color deja su rostro, mira detrás de mí, yo confundido solo observo cómo sus ojos casi salen de sus cuencas. Parece asustada. Me toma con fuerza de la mano cuando volteo a ver lo que la asusta.

Un hombre está mostrándose del otro lado del vidrio, su sonrisa es de burla, cuando veo cómo a mi padre y a Michonne les apuntan dos hombres más, mi corazón se acelera, casi sale de mi cuerpo cuando el hombre abre mi puerta. Trata de sacarme a la fuerza, pero lo golpeo.

Cuando quiero tomar de nuevo la mano de Eva, ella jadea, noto la puerta abrirse y es jalada por el cabello, al intentar ayudarla el hombre gordo a quien golpee, me toma de los hombros, mientras estrella mi mejilla contra el auto, toma mis manos y las une con una especie de esposas.

— ¡Deja a los chicos! — papá grita — solo me quieres a mí, ¡déjalos a ellos!

Cuando dirijo mi mirada a Eva, mi corazón se rompe, su rostro está lleno de lágrimas, el hombre que la sacó le susurra cosas al oído, su piel se eriza al sentir la mano de ese hombre bajo su blusa. Eso me molesta de sobremanera y trato de soltarme, golpeo con la cabeza la barbilla del hombre que me tiene, pero me tira, el no tener equilibro sobre mi cuerpo, me es imposible pararme.

Guerra Mortal ►Carl Grimes [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora