Capítulo 2

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—¿Cómo que no hay plazas? —Pregunta mi padre fuera de sí. Estamos en el instituto de Forks, y nos acaban de decir que la última plaza ha sido para la hija del sheriff, que llegará en unos meses ¡Ni si quiera empieza el curso a tiempo! —¿Y ahora que hacemos?

—Bueno, señor Williams, aún hay plazas en el instituto de la Reserva, seguramente no tengan problemas en aceptar a una alumna tan excepcional como Mia. —Dice la señora de la secretaría y nos devuelve los papeles que acabamos de traer.

—Gracias por la ayuda. —Dice mi padre con sarcasmo, salimos de nuevo hacia el coche con el ceño fruncido. —Nos tocará ir a la Reserva, no te importa, ¿verdad? —Pregunta mirándome con una sonrisa de disculpa.

—Tranquilo, papá. —Contesto con una sonrisa y veo como conduce hacia la Reserva perdida en mis pensamientos, que siempre se dirigen hacia ese lobo. Vamos en un silencio agradable, aunque estoy preocupada, pensé que iría a este instituto y ahora me toca el de la Reserva. Aunque al llegar puedo ver que es bonito, y como todo lo demás, rodeado de bosque, y me encanta.

—¿Esa sonrisa es porque te gusta más este instituto? —Pregunta papá con una gran sonrisa y no puedo evitar asentir mientras me río levemente. Papá aparca y vemos que no hay más que dos coches y una camioneta negra, hay muy poca gente. Caminamos hacia el edificio principal y vemos que hay solo dos chicos por delante de nosotros, seguramente así mamá no se aburrirá mucho en casa.

—Tú madre me acaba de escribir. —Dice papá después de ponernos detrás de dos chicos altísimos, morenos y realmente enormes. —Ayúdame con esta cosa.

—Papá, ¿para qué te compras un móvil tan moderno si no sabes usarlo? —Pregunto con una sonrisa. Mi padre y la tecnología son enemigos. —Dice que compremos pizza antes de llegar, he respondido un vale.

—Me he comprado este móvil para picar a mi hija sabelotodo y es el móvil que ella quería. —Contesta con una sonrisa y vuelve a guardar el móvil. —Voy al aseo.

Veo a papá ir por el pasillo hacia el lavabo y justo cuando entra, el chico alto de delante se gira y me sonríe.

—Hola, soy Sam Uley, y él es Jared Cameron. —Me saluda con una sonrisa amigable, aunque sus ojos me suenan de algo y no sé de qué, haciéndome sentir nervios. —Eres nueva, ¿no?

—Hola, soy Mia Williams y si, soy nueva, creo que es evidente. —Digo de forma simpática, aunque me incomoda la forma en la cual el tal Sam me mira, como si ya me conociera de algo.

—¿Y en qué año vas a empezar? —Pregunta Jared un poco alejado de mí, y puedo ver como sus manos tiemblan levemente.

—Voy a empezar tercero. —Respondo y noto que me vibra el móvil. —Perdón.

Miro el móvil y veo un mensaje de mi madre, contesto y vuelvo a guardarlo de nuevo en el bolsillo. Me imagino que Sam y Jared han vuelto a mirar hacia delante, pero me siguen observando fijamente. Mi padre vuelve del baño y me siento un poco menos incómoda, aunque el que me más me pone nerviosa es Sam.

—Hola, soy Declan Williams. —Se presenta mi padre a Sam, quien le da la mano y se presenta junto con Jared. —Entonces, ¿ambos vendréis a este instituto?

—No, solo Jared, yo tengo un taller de coches en el centro de la Reserva. —Dice Sam con una sonrisa amable, haciendo que cada vez que sonríe, me sienta cómoda y protegida, como algo cálido en mi pecho que va creciendo conforme voy viendo más y más esa sonrisa tan increíble.

—¿Enserio? Pues tengo un problema en el motor, como hemos venido de Miami, creo que se ha sobrecalentado, ¿podrías echarle un vistazo? —Pregunta papá con una sonrisa de alivio.

—Claro, si quieres podemos esperar a que acabéis el papeleo y sigues mi camioneta hasta el taller y así compruebo el coche. —Sugiere Sam, y papá parece a punto de saltar de alegría.

—Gracias. —Dice totalmente agradecido hacia Sam, quien ya tiene su turno para entrar, donde están pocos minutos y luego es nuestro turno. Me aceptan sin problema en el instituto y luego seguimos la camioneta negra hacia el taller de Sam.

El taller es pequeño pero parece bien cuidado. Jared se ha ido, y papá y yo nos quedamos solos con Sam, quien se ha quitado la camiseta y no he podido evitar babear internamente ante ese cuerpo.

—Es tu madre, ahora vuelvo. —Dice papá después de mirar la pantalla del móvil, sale dejándome a solas con Sam.

—¿Y cuántos años tienes? —Pregunta Sam mientras se limpia la grasa con un paño usado.

—Dieciséis, ¿y tú?

—Tengo 23. —Responde un poco sorprendido pero, ¿qué espera? Voy al instituto, debería haberse hecho una idea de mí edad. Antes de responder, me agarra de la cintura y me pega a su cuerpo, metiendo su nariz en mi cuello, ¡como el lobo de ayer!

—¿Qué haces? —Pregunto con el ceño fruncido intentando soltarme de su firme agarre, Sam me suelta a regañadientes y me alejo de él unos pasos frunciendo el ceño ante su actitud. —Ni si quiera te conozco, ¿qué te pasa?

—Lo siento. —Dice avergonzado, pero pareciendo más centrado en olfatear en mi dirección, como un maldito perro. —No he podido evitarlo, es que... Da igual.

Escucho un ruido, fijándome, me doy cuenta de que proveniente de su pecho una especie de... ¿gruñido? ¿Acaba de gruñir? Papá vuelve al interior del taller con una sonrisa y se pone a hablar con Sam como si nada hubiera pasado.

Esto es tan malditamente extraño.

Cuidado con el bosque  |SAM ULEY|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora