Uno

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La familia Kanawut estaba por reunirse a la mesa para disfrutar como cada mañana un momento juntos, antes de acudir a sus obligaciones diarias.

...—Buenos días mi vida, ¿vendrás pronto hoy de la oficina verdad?,  Recuerda que es la función de las chicos en el Instituto—Habló Lukkade a su esposo.

—Claro cariño pero por si se me pasara, llámame cuando salgas de la charla de tu último libro, por favor—dijo Pen mirándola muy sonriente.

—Está bien... La verdad es que ya tenía pensado hacerlo... Sé lo ocupado que estás sobre todo en estos días —volvió a añadir ella.

—¡Hola mamá!, ¡Hola papá!—saludaron enérgicamente sus dos hija,  Janis y Samantha.

—¿Y vuestro hermano?... como siempre el último, ¿verdad?.

—Si mami, ya sabes que Gukf es muy presumido... Lleva hora ante el espejo—Dijo la más pequeña.

—La verdad, no sé por qué lo dices así— le recriminó su hermana— ...tu eres igual de pesada con tu cabello, pensé que nunca saldrías del baño.

—Anda venga, venga...tomaos el desayuno que se hace tarde—les regañó su madre.

—Si mamá.

—Ok mamá.

Poco después el restante miembro de la familia bajo también pero para no variar, con cara de disgusto y refunfuñando.

—¿Por qué tengo que ir a la Universidad?, quiero ir a trabajar a la oficina con papá.

—Cariño, tienes diecisiete años, debes estudiar y sacarte la carrera... anda venga desayuna o llegareis tarde a clase, siempre estáis igual—dijo la mujer resignada.

Singto, el guardaespaldas de Pen entró al comedor.

—Buenos días.... Permiso señor, el coche ya está listo... Podemos irnos cuando usted guste—dijo éste.

—Buenos días...muy bien, dame unos minutos y enseguida salgo.

Poco después entró John, el otro guardaespaldas encargado de la seguridad de Lukkade y de los chicos.

—Señora, el coche ya está listo...Debemos irnos ya o llegarán tarde.

—Lo sé John, lo sé... En un momento salimos.

Cuando los guardaespaldas se fueron, la mujer apuró a sus hijos de nuevo para que terminasen y cogieran sus mochilas, mientras ella y su marido se despedían con un beso.

—Te amo cariño, hasta más tarde.

—Y yo a ti, mi amor—dijo esta  sonriendo.

—Os quiero chicos... Portaros bien—habló serio su padre.

—Y nosotros a ti papi—exclamaron a las vez las mellizas.

Gunf tan solo asintió con un leve movimiento de sus cabezas, mientras no sacaba la vista su móvil.

Cuando ya estuvieron listos, subieron todos al coche y el guardaespaldas emprendió la marcha, Lukkade se dedicó a hablar por teléfono con su editor, mientas que en los asientos traseros, sus hijos se chinchaban entre ellos como todos los días.

Unos minutos después John detuvo el coche en el primer destino, el instituto de las más pequeñas para que estás se bajasen.

—Adiós hijas, que tengáis un buen día... ¡Ah!...y niñas no os preocupéis, papá y yo estaremos en vuestra reunión.

—Chao mami— dijeron las éstas a la vez mientras se bajaban.

—Adiós feas—dijo el moreno a sus hermanas, antes de que éstas cerrasen la puerta del coche.

Poco después, le tocó el turno al mayor de los hermanos en el Campus universitario, no era muy buen estudiante y su carácter rebelde tampoco ayudaba mucho.

—Que tengas un buen día, hijo—dijo su madre mientras este se bajaba, aunque como siempre no obtuvo respuesta.

El coche continuó su marcha hasta el edificio de la Fundación «La mujer de hoy y del mañana», dedicada principalmente a la integración de la mujer en el mundo laboral.

Lukkade presentaba allí ese día su nuevo libro :«Lucho por todas», el cual al igual que los anteriores publicados, financiaría gran parte de la organización.

Lukkade presentaba allí ese día su nuevo libro :«Lucho por todas», el cual al igual que los anteriores publicados, financiaría gran parte de la organización

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—Bienvenida.... Es un honor conocerte—le dijeron muchas de las mujeres que estaban a las puertas del salón de actos.

Al igual que sus colaboradores, la afamada escritora era entrañable y muy querida y admirada por gran parte de los ciudadanos de Bangkok y muchos del extranjero.

Sus libros y artículos sobre la mujer y los problemas diarios a los que se enfrentaban, habían traspasado fronteras siendo traducidos en varios idiomas.

Tanto era así, que junto a la gran fortuna que poseía junto a su marido, el matrimonio también era uno de los más envidiados, por lo que se habían llevado algún que otro susto.

John y Singto habían sido contratados para protegerlos dos años atrás pues no estaba de más evitar algún tirón, lanzamiento de objetos o incluso daños físicos, como ya habían sufrido en una de sus salidas cuando aún no eran tan conocidos.

Al terminar su charla, esta llamó a su marido y se reunieron en el Instituto de sus mellizas para ver juntos la actuación, al igual que los demás padres.

Gulf mientras, decidió no ir a matemáticas junto con su amigo Mild y su amigo Long y entonces salieron a hurtadillas para explorar la cuidad, como ya habían hecho otras veces, burlando así al guardia de seguridad de la puerta del campus.

Lo que este y su familia desconocían, era que una banda formada por tres hombres, liderados por un conocido delincuente, un antiguo policía expulsado del cuerpo por delitos de sobornos y extorsión, vigilaban los movimientos de la familia desde semanas atrás.

Sabían de las andanzas del primogénito Kanawut y también de la actuación de sus hermanas.

Estaban al tanto de todos sus movimientos, incluidos los de sus dos guardaespaldas, por lo que sabían de antemano que el chico estaría desprotegido y era muy probable que acabase saliendo.

Los tres amigos caminaban de vuelta al Instituto, cuando una furgoneta negra los abordó y los cómplices de J.J.; P.C y H.O, con sus rostros ocultos con pasamontañas negros, bajaron e intentaron llevarse al moreno.

Los chillidos de los chicos, junto con las patadas y puñetazos que propinaron estos a los hombres, hicieron que alertasen a otros viandantes que corrieron a auxiliarles rápidamente.

El rapto fue fallido y estos volvieron a la camioneta por orden del cabecilla, el cual permanecía al volante con el motor en marcha.

—¡Vámonos inútiles!, ¡Seguro que la policía ya vine en camino!.

De repente unas sirenas se oyeron a lo lejos pues uno de los peatones que lo había presenciado todo, los había llamado haciendo que los secuestradores huyeran con las manos vacías.

12. Guardaespaldas - Mewgulf - Primera parte -TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora