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-¿Confías en mí? - le pregunto mientras caminamos.

-Sí - dice.

Entonces me acerco a él y rodeo su brazo con mis manos, apoyo mi cabeza en su hombro. Puedo sentir como se pone nervioso por ese acercamiento de mi parte, me limito a sonreír y a continuar con mi propósito. Cuando encuentro los botones de su banda de eldiano, quito cada botón, uno a uno, con mucha discreción. Cuando no hay botón que sostenga ese pedazo de tela, lo bajo lentamente por su brazo y lo meto al bolsillo de mi saco.

Me separo y Bertholdt baja la mirada extrañado, no tenía idea de que le había gustado que me aferrará a su brazo. Entones su rostro pierde color y me mira sin poder pronunciar palabra alguna.

-Por favor, ponlo de nuevo. Si descubren que...

-No van a descubrir nada - lo tomo de los brazos -. Eres un marleyano por hoy, es lo más cercano que te puedo mostrar a mi estilo de vida.

-Ese marleyano que va caminando no tiene tu estilo de vida, Y/N - me da risa su tono angustiado -. Nadie en cien metros tiene tu estilo de vida.

-Oye - le interrumpo -. Dijiste que confiabas en mí.

-Lo hago - me reitera -. Pero si nos descubren no solo me matarán a mí, te tomarán como...

-No va a pasar nada - le aseguro -. Solo déjatelo así en lo que vamos a la torre, después de eso puedes volver a ponértelo.

-¿La torre? - sonrío.


Por suerte aún hay luz de día cuando llegamos a la torre, el sol apenas toca el horizonte del mar. Siento lo salado de la brisa en mis labios, Bertholdt se mantiene cerca de mí. Lo tomo de la mano para calmarlo y entrelaza nuestros dedos, está bien. Para los ojos ajenos, ambos somos marleyanos.

Tampoco hay mucha gente en la torre, solía ser una biblioteca pero ahora es más un monumento interactivo de una de las muchas guerras en las que estuvo Marley, esta torre sirvió como centro de atención cuando sufrimos un ataque aéreo y el hospital estaba saturado. Le digo todo eso a Bertholdt mientras subimos las escaleras.

Está todo nervioso, como un gato erizado, y se mantiene pegado a mí. Nos encontramos con algunos conserje y unos que otros guardias vigilando los distintos niveles, todos conocidos míos por la cantidad de veces que venía a este lugar.

Llegamos al último nivel, donde podemos salir al balcón y ver la ciudad entera. La gente puede quedarse su apestosa y sucia ciudad, yo no puedo dejar de mirar la azul infinidad del océano. Abro la puerta y ambos salimos al balcón.

-Vaya - exclama sorprendido.

Me asomo y veo en la misma dirección que él. Es solo la ciudad.

-Ah sí, está muy sucia - lo tomo de los brazos -. Esto es lo que te quiero enseñar.

Rodeamos la mitad del balcón y me detengo en mi punto favorito de la punta de la torre. El sol reluce en un bello semicírculo sobre el horizonte dejando un camino de luz anaranjada en el mar, el viento me revuelve el cabello y eleva la parte baja de nuestros sacos. Miro a Bertholdt.

Veo el reflejo del paisaje en sus ojos, tiene la boca entreabierta y solo puedo notar el asombro en su mirada. Sonrío, feliz de que le haya gustado tanto como a mí. Me acerco al balcón y apoyo los brazos, unos segundos después Bertholdt se pone a mi lado.

-Amo este lugar - digo -. Nadie viene a molestarme.

-Es romántico - lo miro nerviosa -. Una vez leí un libro con una escena con un paisaje similar - explica tratando de no reírse por mi reacción.

Prohibido. (BertholdtxY/N)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora