8.-Marta...

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Un fuerte golpe seguido de un ‘’NOOOOOOOOOOOOOOOO’’ me despertó, aún seguía tumbada en el banco de la ventana. Bajé casi sin ver, cosa que causó que me cayera por las escaleras cómicamente.

-EMILY POR DIOS.-Eric me levantó, yo seguía medio dormida, por lo que no me enteré de nada. Ni siquiera noté el golpe. Más bien había sido lo gracioso de mi caída.

-ERIC, QUÉ MIERDA HACÍAS.

-Estaba jugando a la play.-Miré la tele y después  sus manos, que ciertamente, sujetaban uno de los mandos.

-Dios, qué susto me has dado.-Suspiré con la mano en la frente.

-Tu caída ha sido lo mejor desde que nos mudamos a París.

‘’Desde que nos mudamos’’ Eso sonaba a pareja recién casada e independizada. Agh.

-Ya, bueno.-Me puse el pelo bien mientras Eric y yo nos mirábamos, y a los cinco segundos, los dos estallamos a carcajadas.

Me dio un escalofrío, hoy habían bajado las temperaturas.

-Es normal que tengas frío. Sólo llevas ropa interior y una camiseta ajustada.-Me miré y era verdad, sólo llevaba una camiseta de tirantes gris y unas braguitas negras. Oh dios mío, qué vergüenza.

-Para de mirarme.-Rió, mirándome más.-¡ERIC!-Reí, aunque un poquito enfadada.

Subí a cambiarme y en el baño vi un peso. Me subí, esperando al numerito que tantas vidas ha destrozado. ‘’49,00’’ Vaya, había adelgazado cinco kilos. Me miré al espejo y vi a una Emily escuálida, como si se rompiera cuando la tocas. Oh dios mío, necesito comer. Debería decirle a Eric que tenía razón, que debería comer más. Es una tontería, pero todo lo que tengo que decirle se lo diré a la cara, como hago siempre. Cosas sin importancia que acaban significando mucho.

Bajé a la cocina y él estaba desayunando. Abrí el frigo y empecé a hablar.

-Tenías razón, amigo mío.-Le miré y estaba confuso.-Debo de comer más. Mucho más.

-Secharia siempre gana.-Sonreí.-¿Te has pesado arriba, verdad?-Asentí.-¿Cuánto?

-He adelgazado cinco kilos en dos semanas.

-¿Puedo confiar en ti como para no preguntarte si sufres algún tipo de…?

-No.-Le corté.-Eric, no. No soy bulímica, si es lo que querías saber. Tampoco estoy acomplejada, simplemente tengo que recuperar cinco kilos y punto. No le des más importancia.

Terminada esa conversación, Eric me sirvió el desayuno, algo muy raro.

Zumo, tostadas, leche y cereales.

-¿Eric?-Me miró.-Esto es demasiado. Necesito comer, pero no todo esto.

-Come lo que puedas.-Se acercó y me besó la frente. Se fue y me dejó sola. Otra vez.

...

Después de semanas comiendo recuperé hasta seis kilos. Total, que ya llevamos tres meses en Francia y aún nada. Eric no ha hecho nada. ¿Para qué vinimos? El verano estaba pasando y no había salido de casa. Había caído en una especie de depresión yo sola. Eric me dejaba sola cada dos por tres y yo no soportaba nada, me ponía agresiva con todo. Estaba insoportable. Entiendo que él se vaya. Aunque lleva dos semanas durmiendo en el sofá, yo llevo dos semanas sin dormir y llorando todas las noches en silencio, gritando en la almohada. No había vuelto a hablar con Ari, eso no me animaba nada. Había perdido el contacto con la humanidad. Me pasaba los días mirando por la ventana, viendo cómo Secharia se iba y volvía. La semana pasada intenté irme, pero Eric tampoco duerme por las noches y me paró. Sé que me oye llorar, pero nunca viene a consolarme. Supongo que ya no soy ‘’su llave’’. ¿Y qué esperaba? ¿Un puto cuento de hadas? No, la verdad es que no. Eso no existe. Putas mentiras que hacen tener altas expectativas a las chicas, que al final acaban mal. Los príncipes no existen, son todos ranas.

Me levanté del suelo. ¿Qué hacía en el suelo? Oh dios. Me duché y me volví a poner mi pijama de Winnie de Poo. Sí, qué emocionante eh.

Miré mi móvil apagado con nostalgia. Lo puse al lado del ‘’nuevo’’ que tenía para llamar sólo a Eric o Ari. El apagado se encendió. Chillé, pareciendo subnormal. Gracias a dios que Eric no está. Me estaban llamando. ¿Cómo? Oh, sí. Mi móvil se encendía con llamadas de emergencia.

‘’Marta Caniff’’

Marta. Era Marta, mi Marta. Llevaba cinco años sin verla. Era mi mejor amiga, la conocí por Twitter y era de España. La visité, y estuve con ella unas tres semanas, cuando volví, me dijeron que había desaparecido, y a la mañana siguiente me dijeron que la habían encontrado. Lo raro es que desactivó su cuenta en twitter, su whatsapp y nunca más me volvió a hablar.

‘’¿Marta?’’

‘’Emily, ayúdame, por favor’’

‘’¿Qué ha pasado?’’

‘’Estoy en París. De hecho estoy en el parque de al lado de tu casa’’

‘’Ya… Ya voy, un momento…’’

¿Qué estaba pasando? Malditos secretos. Una lágrima empezó a caer por mi mejilla. Yo también necesitaba ayuda. Aunque lo mío era pasajero.

Subí a mi cuarto limpiándome las lágrimas y me vestí con unos shorts azules, una camiseta color rosa flúor metida por dentro del pantalón y unas Vans negras. Me hice una trenza al lado y cogí el bolso en el que metí dinero, los dos móviles, las llaves y una pistola que Eric me ‘’regaló’’ y me enseñó a usar. Bajé y me aseguré de que todo estaba en orden, bah, siempre lo estaba. Le dejé una nota a Eric diciéndole que había salido un rato, que me esperase para cenar si quería, si no, no me importaba. Como último acto de frustración, tiré el boli contra la pared y grité, después sonreí y me acomodé la camiseta. Salí de casa y me encaminé al parque, en dos minutos llegué, y vi a Marta sentada en un baco, con unas gafas de sol, mirando a todos lados, moviendo las piernas de arriba abajo y algo nerviosa. No había nadie más, cosa que me asustaba. Ella sacó un walkie y oí ‘’Ya está llegando, se sorprenderá cuando lo sepa todo. La voy a hundir’’ Y sonrió maliciosamente. Oh mierda, ¿ella también?

Saqué la pistola del bolso, me temblaban las manos. Aún no la había usado. No quería dañar a Marta. 

Me acerqué, le puse la pistola en la sien y se quedó quieta.

-Emily yo n…-Iba a excusarse, sabía que la había escuchado.

-Ni lo intentes. No me valen las mentiras. Quiero la verdad ya.-Suspiró. Muy a su pesar me lo tendría que contar todo si no quería morir.

-Vamos a tu casa y te lo contaré todo. Aquí nos pueden matar.

-Yo puedo matarte ahora mismo.

-Emily, por favor. Confía en mí.

Mi respiración era agitada, en el fondo sabía que no era capaz de matarla. No a ella. Quité la pistola, mientras nos mirábamos la una a la otra, con miedo. Mucho miedo. Guardé el arma en mi bolso y la cogí del brazo, dirigiéndola a casa.

-No hables hasta que te lo diga. Sé lo que pasa, sé que eres una de ellos, te escucuché. Déjame decirte que no me vas a hundir más de lo que ya estoy, no me importa si me quieres matar, pero te garantizo que Eric irá a por ti. No confío en ti, me dejaste tirada. Sólo hago esto para saber la verdad, aunque sé que no me la dirás.

Entré a casa con Marta del brazo y la dejé en el salón. Cerré todas las cortinas, puertas, ventanas  y seguidamente me senté en el sillón. Ella estaba en el de enfrente. Nos mirábamos, acusándonos de todo y de nada a la vez. Era raro volverla a ver. Había cambiado, ya no se la veía tan buena como antes, su color de pelo había cambiado. Lo tenía casi rubio cobrizo, en vez de castaño, iba muy maquillada. Ropa corta, negra. ¿Qué le habían hecho? ¿En qué se había convertido?

Eric entró por la puerta, calmado. Aunque al ver a Marta se puso nervioso, sacó su pistola y me levanté casi faltándome tiempo. Ellos se conocían. Marta no había dicho nada, estaba asustada.

Quería dedicar este capítulo a mi Marta, que aparece ya en la historia y se quedará por muuucho tiempo. Y también, quería darle mi apoyo a todas esas personas que están leyendo y que han sufrido algún tipo de trastorno alimenticio. No estáis solos, un beso.

THE RED KEY (MIDNIGHT RED)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora