Aterrizando

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El taxi se para y mi madre me señala la casa. Me conoce bien. Me gusta.

- Vamos, coge tus maletas, te la enseñaré- Está emocionada y a mí me emociona verla tan feliz e ilusionada.

Las dos cogemos nuestro equipaje y, nada más abrir la puerta, lo dejamos tirado en el recibidor.

Me va enseñando la casa. Mamá vino a prepararlo todo el mes pasado para ultimar todo el papeleo de su trabajo, del instituto y de la casa.

Realmente es una casa genial. Más pequeña que nuestra casa anterior, las dos solas no necesitamos tantas habitaciones.

- Mira, esto te encantará, es una sorpresa- me dice entrando en mi habitación y abriendo una puerta.

- ¡Es un baño! ¡Mi propio baño! – exclamo al ver todo ese espacio para mí. Miro a mamá que me observa con una sonrisa, con la sonrisa más bonita del mundo- ¡mamá! ¡te quiero! La casa es genial.

- Vamos a ser felices, ¿verdad? – me pregunta con las lágrimas asomando en sus ojos.

- ¡Claro que sí! vas a cumplir tu sueño, vas a dirigir el servicio de cardiología de uno de los mejores hospitales del país- le digo orgullosa.

- Mia- me dice más seria cogiéndome las manos- para mí, lo más importante es que seas feliz. Lamento haberte alejado de todos tus amigos.

- Mamá, no pasa nada. Siempre podré ir a verlos cuando tenga que visitar al idiota- así es como las dos llamamos a mi padre- y estamos en el siglo XXI, existe la videollamada. Además, espero hacer amigos nuevos. Todo son ventajas- realmente no creo ni una palabra de lo que digo, no creo que me resulte tan fácil hacer amigos nuevos, pero no quiero que ella se preocupe por mí. Es su turno de ser feliz.

Mi madre recibe un correo en su teléfono y me mira sonriendo complacida.

- ¡Sorpresa! han accedido a hacerte las pruebas para el equipo de atletismo del instituto a pesar de llegar una semana tarde al inicio de las clases. Es un buen equipo y han visto tus marcas y los videos que les envié. Quizá sí que puedas ir al interestatal, al fin y al cabo.

- Es una gran noticia, mamá- eso sí que me parece una buena noticia de verdad. Me encanta correr.

- Vámonos a hacer la compra y a comer fuera, ya organizaremos esto después- dice prácticamente arrastrándome a la calle.

Todavía no había visto el coche que mi madre ha comprado para nosotras. No me sorprende que sea un Prius, igual que el anterior, y el anterior al anterior. Sonrío al verlo.

- Al menos algo será igual- bromeo. Ella me sonríe.

- Si algo funciona, ¿para qué cambiar?

Llegamos al centro comercial y comenzamos con las tiendas de ropa. Necesito algo de ropa de verano. Aquí hace más calor que en mi hogar anterior.

- Estos vestidos son muy bonitos- dice mi madre mostrándome unos vestidos realmente bonitos, para el maniquí. Seguro que a mí no me sientan tan bien.

- Sí, son bonitos, pero no sé si me quedarán bien, ya sabes que no suelo llevar vestidos.

- Sí, lo sé, ni pantalones cortos, pero aquí vas a tener que cambiar eso si no quieres morir de calor. Tienes unas piernas preciosas por más que te empeñes en decir que no. Listo, nos los llevamos. Y esto también- añadió cogiendo unos tops y unos shorts.

La miró resignada. Tiene razón, moriré de calor aquí con mis vaqueros y mis sudaderas.

Mamá todavía añade un par de bikinis y un vestido de playa a las compras, además de media tienda para ella.

Lo dejamos todo en el coche y hacemos una pausa en nuestras compras para comer.

Mamá habla sin parar emocionada de todos los cambios. Me cuenta sus impresiones sobre el hospital y sus compañeros, cosa que ya he escuchado, pero me gusta verla así.

- Hora de comprar para llenar el frigorífico- dice dando por finalizada la comida- pareces cansada.

- Estoy agotada- reconozco- sabes que las compras no son lo mío.

- Debes de ser la única chica de diecisiete años que no disfruta con las compras.

Mi madre parece que está rejuvenecida. Me cuesta seguir su ritmo. Recorre los pasillos con el carro de la compra casi a la velocidad de la luz.

- Cielo, ve a por los cereales.

Me dirijo al pasillo de los cereales y veo que mis favoritos están en la estantería más alta de todas, como siempre. No entiendo porque son los que menos se venden.

Me subo a la estantería, como hago siempre para poder alcanzarlos, pero esa estantería se tambalea un poco y pierdo el equilibrio. Voy a matarme con esta caída, pero algo me frena.

- ¿Estás bien? – me pregunta una voz masculina. Es una voz dulce y parece preocupado. Abro los ojos y me encuentro con unos profundos e intensos ojos verdes mirándome. Casi no puedo responder. El chico me tiene en sus brazos, es fuerte- ¡eh! ¿te has hecho daño?

- ¿qué? No, no, estoy bien. Muchas gracias por recogerme- consigo decir a duras penas. Pienso que he tartamudeado. Me deja en el suelo y me tambaleo un poco antes de conseguir mantenerme en pie. Me sujeta del brazo hasta que me estabilizo.

- Debes de tener más cuidado, estas estanterías no son demasiado resistentes- me dice alargando el brazo por encima de mí. Está muy cerca y huele muy bien. Su pecho está a centímetros de mi cara- Toma, querías esto ¿verdad? – dice ofreciéndome la caja de mis cereales favoritos.

- ¡Chris! ¿no se dejan coger los cereales o qué? – el chico se gira. Un hombre le mira desde el inicio del pasillo. Parece enfadado.

- Ya voy- le responde cogiendo dos cajas de cereales de los más comunes- ten cuidado con la escalada, "gatito".

Veo como mi salvador se aleja por el pasillo y agacha la cabeza mientras el hombre del carro le reprende por algo.

Me reencuentro con mamá, terminamos nuestras compras y regresamos a casa.

Es tarde para desempaquetar, cenamos y nos vamos a dormir. Las dos estamos agotadas por el viaje y las compras.

Mi dormitorio es genial. La cama es más grande que la anterior y comodísima. Me duermo al instante a pesar de los nervios ante mi primer día en un instituto nuevo.


Latidos SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora