Complicaciones

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Vamos en el coche y no sé qué decir. Pienso que cualquier cosa que diga me hará quedar como una idiota.

- ¿Qué piensas? – pregunta preocupado.

- Estoy un poco confundida con todo.

- Bien, ya somos dos. Yo no sé cómo hacer esto. Todavía estoy lidiando con cosas que no entiendo y no tenía previsto involucrar a nadie en mi vida.

- Vaya, lo siento. No pretendía complicarte más las cosas.

- No, no me las complicas. Bueno, quizá con mi padre, pero yo estoy mejor contigo- ahora es él quien tartamudea- no he tenido opción contigo.

- ¿Qué quieres decir?

- Pues eso. Que no he podido evitarlo.

- Creo que yo tampoco- me sonríe.

Continúa conduciendo y me pone la mano en la rodilla mientras conduce. Todavía siento esa descarga eléctrica cada vez que me toca.

- Estamos en casa. ¿Está tu madre? – pregunta. Yo niego con la cabeza- ¿Puedes quedarte en mi casa?

- ¿En tu casa? – me extraño.

- Necesito ver mi teléfono y comprobar que no me han llamado- Asiento- guarda silencio, ¿vale? Seguro que está conectado el micrófono.

Entro en la casa tras él. No enciende ninguna luz, pasamos el segundo piso y tira de la trampilla de la buhardilla. Miró extrañada y me hace un gesto indicándome que me lo explica luego.

Baja una escalerilla y sube con mucho cuidado. Subo tras él y me indica que me quede en un rincón.

Me sorprende ver esa habitación, es como si los muebles no correspondieran con ese espacio. Es una habitación juvenil, pero en un espacio muy grande.

Mira el teléfono sin tocarlo y comprueba aliviado que no hay llamadas. En ese momento suena.

Se quita la camisa y los pantalones y me indica que me esconda. Se tumba en la cama y responde.

- Qué- responde.

- ¿Dónde estás? – pregunta una voz de hombre- ¿qué estás haciendo?

- Papá, son casi las cuatro y entro a trabajar a las ocho- responde con fastidio- estoy en la cama, durmiendo.

- ¿Sólo?

- Sí, solo- dice encendiendo la luz y moviendo la cámara mostrando toda la habitación.

- Vale. Descansa- dice el hombre antes de colgar.

Se levanta y me indica que bajemos al sofá. No se ha vestido.

- No podemos quedarnos en mi habitación. Seguro que ha llamado porque ha escuchado ruido.

- ¿Cómo puedes vivir así?

- No puedo. Por eso vienen mis supuestos problemas de comportamiento.

Empiezo a entender algunas cosas.

- Cuando no me hablas, cuando no hablas con nadie es por tu teléfono, ¿verdad? – asiente- en el súper hablas más.

- Allí lo dejo en la mochila. Mi padre entiende que no pueda utilizarlo trabajando. Allí tengo prudencia por Luna y Layla, o por si entra alguien conocido- explica.

- Pensaba que eras bipolar- Me sonríe.

- Es parte de la estrategia que apoya el chisme del manicomio- dice casi riendo.

Latidos SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora