PROLÓGO

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SASUKE

Todavía soy capaz de recordar con ese tipo de claridad que eriza el vello de la nuca el comienzo de toda esta historia. Al menos, cómo empezó para mí.

Tenía diez años, y mis padres —los Uchiha del 1100 de Joyce Avenue— habían organizado un banquete benéfico en casa. En mitad de aquella cena de mil dólares el cubierto, mi padre decidió dar un discurso que resultaba, a todas luces, innecesario.

Allí estaba él, con su metro noventa, sus ojos negros y codiciosos, hablando de que quería invertir dinero en que los menús de los críos de la escuela fueran más saludables. También quería conseguir que los niños tuvieran una buena educación, unos ideales justos y disciplina, ya que conocía a cierto chico (ese era yo) que no podía evitar meterse en problemas ni siquiera aunque su vida dependiera de ello.

Sin embargo, ninguno de esos ideales justificó sus siguientes palabras, cuando levantó la copa para brindar con los invitados presentes en la sala.

—Los considero amigos míos a todos los que están aquí, acompañándome. Si no son amigos es solo porque son familia, y la familia es para siempre.
La principal razón por la que les estoy diciendo esto es porque mi padre, que en paz descanse, me enseñó una lección muy importante que me ha acompañado durante todos estos años: «Algunas personas entran en tu vida por una razón, otras por una temporada y otras para siempre».

Hubo muchos aplausos y vítores, y los sinceros «¡Es cierto!», «¡Cuánta razón tiene...!» de respuesta que crearon un murmullo en la habitación. Un poco después, uno de los invitados se inclinó hacia mí y me dijo:

—Tu padre tiene razón, ¿sabes? No te olvides nunca de lo que acaba de decir.

—¿Qué acaba de decir?

—Ha dicho que algunas personas entran en tu vida por una razón, otras durante una temporada y otras para siempre. —Sonrió—. No lo olvides nunca. —Me guiñó un ojo y luego se alejó.

Todavía no lo sabía, pero mi padre y su voluble admirador acababan de predecir prácticamente mi futuro...

Tiempo después de que mi padre hubiera pronunciado ese discurso, debió de considerar que ya no tenía ninguna razón para que mi madre y yo formáramos parte de su vida, porque nos abandonó a los dos. Algunos años más tarde, mi madre decidió que la maternidad había terminado ya para ella y que se había cansado de ejercer ese papel, que su verdadera vocación se encontraba en los pubs y en los casinos. En cuanto a lo de «para siempre», solo se me ocurría una persona que nunca se hubiera alejado de mí...

Siempre SasukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora