Capitulo 36.

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Todo se veía de una diferente perspectiva ahora.

Veía todo mas nítidamente. Y con una nueva e impresionante claridad. Podia ver cada motita de polvo que se encontraba en el aire, cada fragmento de cada cosa a su alrededor. Era maravilloso. Sin darse cuenta ya se encontraba de pie. Mirando a su alrededor.

Mirando los libros de las respisas, los frondosos árboles que se veían a través del cristal.

Sonrió satisfecha al saber que todo aquí en la Tierra estaba en su lugar. Sabía que era momento de volver, pero pese a que eso le causaba tristeza no borró su sonrisa, pues sabía que su hija había nacido, a salvo, lo sentía en su cuerpo y corazón.

Dejó de mirar los árboles cuando sintió una mirada sobre ella, una mirada que ella siempre reconocería en donde fuera. Giro su rostro casi de manera brusca y lo miró, bueno casi. Miró su silueta, su hermoso y perfecto cuerpo lo veía borroso, pero un ligero rayo de luz dio de lleno contra su perfil, haciendo brillar un pequeño objeto en su mano izquierda.

Lo supo de inmediato.

Alzó su mano y notó su hermoso anillo de compromiso, las piedresillas respladencieron cuando las miró, acarició su anillo con su pulgar y la bajó de inmediato para ver el rostro de su esposo.

Demonios.

Su esposo era aún mas bello de lo que podía imaginar, sintió que jamas lo había visto bien antes. Sus facciones eran perfectas, su piel que brillaba un poco era de un color claro perfecto, en su cuello vio una marca que jamas había motado antes. Su mordida.

La mordida de Carlisle cuando lo transformó.

El movió su mano casi de manera imperceptible, pero ella lo notó. La estaba llamando. En un segundo ya estaba frente a él, con la cabeza ligeramente hacía arriba, mirando sus hermosos ojos dorados, aquellos que la miraban con adoración y amor.

Tomó su mano y poco a poco fue subiendo, por su muñeca, su brazo, hasta su mandíbula bien formada, la cual acarició. Se sintió raro aquel tacto, pese aque el frío abtes jamas le molesto, sintió cierta melancolía al ya no sentirlo bajo su tacto. El tacto ya no era igual.

Una leve caricia en su mejilla la sacó de su ensoñación, su esposo la miraba con una ligera sonrisa.

Él la miraba directo a los ojos, aquellos que aun se veían algo verdes, con un ligero toque de rojo que tenuemente se notaba. Seguía siendo su rubia.

-Mi amor, eres hermosa.- susurró él, ella sonrió e inclino su rostro hacia la caricia que su esposo le daba.- Ahora tenemos la misma temperatura, rubia.

Sabía que era algo raro llamarla de esa manera, pues ahora, su cabello era negro, pero aquello poco o nada le importaba. Para él siempre sería su rubia.

La tomó delicadamente su cintura para guiarla hacia el espejo de cuerpo completo que estaba en aquella biblioteca. No sabía porqué era delicado con ella si ahora era una vampiro... bueno, mitad vampiro.

Se sintió un poco tonto en ese momento, así que finalmente dejó de contenerse como lo había estado haciendo desde que la conoció. Así que cuando ella se paró frente al espejo, la abrazó por detras y la pegó a él casi de forma posesiva.

Ella sonrió ante aquel acto, pero también al ver su reflejo. Su piel era mas palida de lo que ya era antes, sus ojos casi completamente rojos la hizo sentir poderosa y letal, mas de lo que ya se sentía antes, sus facciones eran mas perfectas. Sentía que casi y no llegaba a reconocerse.

Era fantastico.

Miró su atuendo y agradeció a todos los dioses por no haber dejado que Alice la vistiera, lo supo porque traía puesto unos jeans ajustados, una blusa blanca normal, una chaqueta negra y unas botas oscuras sin tacón. Algo que ni en mil años Alice le hubiera puesto.

Mi Planeta es un Crepúsculo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora