Capitulo 2: Venganza

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Despertó en su lecho, no sabía cómo había llegado hasta allí, lo último que recordaba era estar en el despacho de su padre, enfrentándole, entonces sintió la punzada de dolor en su cabeza y recordó cómo se había desvanecido, ¿La habían golpeado en la cabeza?, ¡Malditos!.

Y ahí estaba, otra vez encerrada en sus aposentos, cuando notó algo muy frío y pesado sobre su tobillo izquierdo, ¡Cerdos sarnosos! ¡La habían atado a la pata de la cama! ¡¡Como a un animal salvaje!!.

-¡¡Ahhh!!.- Gritó de frustración, no sabía el tiempo que había pasado ahí, ni el que le quedaba, pero no podía ser mucho porque estaba anocheciendo.

Escuchó las pisadas de unas botas en el pasillo, miró hacia la puerta, está se abrió dando paso a su padre.

-¡Tú, ponte este vestido!. - Lanzó un vestido rojo a su lado, le miró y no se mordió la lengua.

-¡¡Primero, no me pienso poner esa cosa, y segundo, me habéis encadenado a mi lecho, quitarme las cadenas!! ¡¡Ahora!!. - Rodik se acercó a grandes zancadas hacia ella, alzó la mano y la abofeteó con fuerza haciendo que girara el rostro a un lado. Y ella explotó o al menos sintió que le estallaba la cabeza.

-¡¡¡Imbécil, cerdo asqueroso, bastardo, púdrete en el infierno, estúpido borracho, metete el vestidito por el culo!!!. - Estaba muy cabreada.

-¡Maldita mujerzuela deslenguada, te pondrás el vestido porque si no, desearás no haber nacido!. ¡Tumber, quítale las cadenas!.- Inmediatamente el hombre entró y desató las cadenas de su pie.- En cinco minutos tienes que estar abajo, arréglate, cuando acabes ellos estarán en la puerta esperándote.- Señaló a los guardias.- No intentes escapar, lo tendrás difícil.- Dijo su padre con una sonrisa cínica, giró los ojos hacia la ventana, la cual tenía barrotes, ¡¡¡Le habían puesto jodidos barrotes!!!. - Te espero abajo.- Y salió de sus aposentos a grandes zancadas.

Ambos guerreros salieron cerrando la puerta, y allí se quedó, sola. Miró el vestido que había traído su padre, poseída por la irá lo agarró y empezó a desgarrarlo dejando unos simples trozos de tela roja, mientras lo destrozaba y pensó en que era lo que la esperaba ahí abajo.

Abrió el arcón y cogió sus pantalones de cuero negros y una camisa de botones violeta, bastante ceñida, se vistió y se puso sus botas, cepilló un poco su cabello dejándolo suelto.

Se dirigió al otro lado del cuarto, dónde estaba el baúl, buscó en el falso fondo su daga, aquella que le había regalado Andy, su hermano, el era quince años mayor que ella, recordaba que cuando ella tenía cuatro años y el diecinueve su padre y Andy habían tenido una fuerte pelea, porque él se había enamorado de la hija del laird del clan Anderson, un enemigo del clan MacKam.

Andy y Ailein pretendían casarse, así que tras esa fuerte riña se fue y se casó con Ailein, pero su hermano no pudo llevarla con él, por culpa de su padre.

Mientras ese hombre viviera, tenía todos los derechos sobre su hija menor, a no ser que se casara, y entonces pasaría a ser responsabilidad, o más bien propiedad de su nuevo marido. Así funcionaba el mundo y Andy no pudo cambiarlo.

Había venido varias veces a verla, claro, cuando su padre se había marchado del clan por algún motivo, la última vez le habló de lo grandes que estaban sus hijos Mac y Adaira, sus queridos sobrinos, ojalá pudiese conocerlos.

Andy muchas veces le había hablado de su madre, Anabella, siempre le decía que fue una mujer muy bondadosa, todos la querían mucho, pero murió cuando la estaba dando a luz, siempre se sintió culpable.

-Mi lady, ¿ya está lista?.- Escuchó dos golpes.

-¡Un momento!. - Agarró la daga y la escondió en su cintura, presentía que la necesitaría. Después cogió las telas del "vestido" rojo que le había ordenado su padre que se pusiera y con una gran sonrisa las sostuvo en la mano derecha, se dirigió hacia la puerta, abriéndola y encontrando allí a los dos guardias que la esperaban, observó como estos miraban lo que quedaba del vestido en su mano y a ella, su mano y a ella, su mano y a ella, y así repetidas veces.

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