Miró para ambos lados asegurándose de que no hubiese nadie en el pasillo, salió de su habitación sigilosa, llevaba todo el día encerrada ya que papá había ordenado a las criadas que no la dejasen salir, sabía que si la pillaban se metería en un buen lío, pero quería saber que habia ocurrido con su amigo Edwin.
Papá los había descubierto en la colina entrenando, a él no le gusta que luche con espadas como los guerreros, aunque bueno, eran espadas de madera, Edwin por petición suya había accedido a ayudarla y enseñarle el arte de la lucha, y claro, papá al enterarse había montado en cólera.
Aunque le quería mucho porque era su padre, no le gustaba cuando se enfadaba, que solía ser siempre, se ponía muy violento, y aún más cuando bebía de esas botellas tan feas que olían tan mal, que también solía ser siempre.
Todos los días cuando se encerraba en su despacho a beber, acababa rompiendo muebles, gritándole a todo el mundo, y casi siempre solía pagarlo con ella, Kristal siempre procuraba esconderse cuando esto pasaba, ya que cuando no lo hacía, papá la obligaba a quedarse con él y escucharle decir cosas malas de mamá y de Andy, su hermano, hacia ya un año que se había marchado, lo hechaba muchísimo de menos, pero el había prometido voler a buscarla, le había jurado que nunca estaría sola, ella confiaba en él.
Los quería mucho a los dos, pero sabía que papá y Andy no se llevaban demasiado bien, cuando Andy aún vivía con nosotros solían discutir mucho, siempre escuchaba gritos y golpes, y siempre su hermano tenía algún morado en su rostro, Kristal se asustaba al verlo pero Andy siempre decía que no era nada, que simplemente se había caído o hecho daño entrenando.
Llegó a los escalones y los bajo despacio, cuando llegó a la planta baja se aseguró de que no hubiese nadie merodeando por ahí. Papá aún no había vuelto, cuando los había pillado en el campo con las espadas, había ordenado a su segundo al mando, Kern, que la trajera a casa y la encerrara en la habitación, y él se había quedado con su amigo Edwin.
Se acercó a la puerta principal y la abrió, miró para ambos lados, no había rastro de su padre o de alguno de los guerreros, así que salió antes de que fuese a aparecer alguien, sin pensarlo dos veces, fue directa hacia la casa de Edwin, quizá su padre solo lo había mandado a casa como había hecho con ella.
Ya había entrado en el pueblo, la casa de su amigo estaba a apenas unas calles, los aldeanos la saludaban al verla, Kristal se había ganado el cariño de todos, ya que la habían visto crecer y jugar, además de que casi a sus seis años de edad, era la auténtica imagen de su madre, idéntica a ella, su melena larga y ondulada de un tono castaño claro, los ojos grandes y verdes como los prados de Escocia, y diminutas pecas cubriendo su nariz y sus mejillas. Todos le tenían apreció, pero también lástima, aunque ella no lo sabía...
Vislumbro a lo lejos la casa de su amigo, y cuando sonriente se iba a acercar a esta, se percató de la figura que caminaba hacia ella con cara de pocos amigos, al ver a su padre se quedó inmóvil mirándolo.
-Camina.- Kristal con la respiración acelerada se volteó y camino seguida de su padre de vuelta al castillo.
Cuando llegaron, Rodik cerró la puerta de un portazo y la atravesó con la mirada.
-A mi despacho.- No la esperó cuando se encaminó a paso rápido, Kristal lo siguió asustada, cuando entraron Rodik cerró la puerta de una patada.
-¿Que ha pasado con Edwin?.- No pudo contener la angustia que sentía por su amigo.
Pero no recibió respuesta, pasaron los segundos y nada, papá se sirvió un vaso del líquido mal oliente y se lo bebió de un tragó, Kristal lo miraba asustada aunque intentaba disimularlo.
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ME VENDIÓ
RastgeleKristal MacKam, hija de un horrible laird al que no le importa nada su bienestar. Una luchadora, rebelde e inconformista con las normas de su época, intentará por todos los medios luchar para poder vivir la vida que merece. Él, un guerrero con fuert...