Llevaban varias horas desde que habían salido de las tierras MacCarson, ya empezaba a atardecer. Según Andrew, si paraban por las noches para descansar el viaje duraría entre 5 y 6 días, y aunque ella había insistido en que no era necesario parar tontamente y que podían seguir también por las noches, él no le había hecho ni caso, ya que según Andrew ella debía descansar y reponer fuerzas, y no era conveniente viajar a esas horas.
Así que ahora se encontraban yendo a un pequeño hostal que pillaba de camino para cenar algo y pasar allí la noche.
Desde la pequeña charla que habían tenido no habían hablado mucho más, Andrew había estado dando órdenes todo el tiempo a sus hombres y dirigiendo la marcha. Por un momento había llegado a pensar que la estaba evitando... Quizá se sentía incómodo por lo sucedido esa mañana.
Tampoco había podido entretenerse hablando con alguno de los guerreros, ya que estos apenas la miraban, eran todos demasiado serios.
Así que había estado bastante aburrida, lo único bueno había sido disfrutar del hermoso paisaje y cabalgar con Gitana sin tener un límite, como sí le había pasado siempre en su casa, su casa... ¿Podía llamar casa al sitio en el que había sufrido tanto?.
Era consciente que era lo más parecido a casa que había tenido nunca, pero jamás lo había sentido como tal, ese nunca había sido su hogar, aunque quería muchísimo a todos los miembros del clan, exceptuando a los hombres de su padre que eran tan miserables como él, ese sitio solo tenía malos recuerdos, nunca había podido ser feliz allí, no con su padre, pero aún sin estar él, sabía que no se quedaría allí, y dudaba mucho que el hogar de su hermano fuera a ser el mejor sitio, a veces pensaba que nunca sentiría que un lugar le pertenecía, que era su hogar, su verdadero hogar.
Andrew volvió a girar su rostro para poder verla de nuevo, cabalgaba sumida en sus pensamientos, no podía apartar la vista de ella, cada dos por tres se encontraba a sí mismo volteandose para verla y asegurarse de que todo fuera bien.
No podía quitar de su cabeza la angustia que había notado en su voz cuando ella le había preguntado si creía que todo saldría bien, tenía miedo, inseguridad, y eso no le gustaba, él quería que ella fuese feliz, odiaba saber que se sentía desprotegida y vulnerable, él quería hacerla sentir segura, pero no sabía cómo.
Pronto divisaron el pequeño motel en el que dormirían esa noche para mañana continuar con el viaje.
Kristal al oír a Andrew gritar que ya se encontraban cerca azuzó a su yegua para aproximarse a él.
Se colocó a su lado y vio como él la estaba mirando extrañado, preguntó lo primero que le vino a la cabeza.
-¿Es allí?.- Preguntó mirando hacia el pequeño motel que se vislumbraba en la lejanía.
-Si.- Respondió algo sorprendido por el repentino acercamiento de ella, las cosas ya estaban bien entre ellos, o al menos eso creía, pero ambos habían percibido la pequeña tensión que había cada vez que estaban juntos, solo esperaba que los guerreros no se dieran cuenta, ya que podría iniciar rumores absurdos.
Se sintió algo incómodo sin saber qué más decir, miró su rostro y vio que ella no lo estaba mirando, así que se dio el lujo de observarla detenidamente, deleitándose con cada una de sus facciones, verla con la luz del atardecer, sobre su yegua, cabalgando erguida e impetuosa, con su largo cabello castaño bailando al compás de la brisa... Sus ojos, tan verdes, le recordaban a los prados de las Highlands, siguió su mirada por su clavícula, su delicado cuello, su cintura, sus piernas ceñidas en esos pantalones de cuero, su trase...
-¡¿Que miras tanto?!.- La pregunta de Kristal hizo que pegará un pequeño bote sobre su caballo, se le había detenido la respiración, la miró al rostro, ella lo miraba con la ceja alzada esperando una respuesta.
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ME VENDIÓ
CasualeKristal MacKam, hija de un horrible laird al que no le importa nada su bienestar. Una luchadora, rebelde e inconformista con las normas de su época, intentará por todos los medios luchar para poder vivir la vida que merece. Él, un guerrero con fuert...