Capítulo doce.

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—Debo confesarles algo

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—Debo confesarles algo.—Le dije a mis mejores amigos, sentados en la cafetería de la escuela. Solté un largo suspiro y continué hablando.—Me he besado con Aramis.

Los dos adolescentes abrieron sus ojos grande debido a la sorpresa.

—¡Lo sabia!—Elah pegó un salto llena de emoción sobre su asiento y golpeó a mi otro amigo en la cabeza.

—¿Sabías que...?—Pregunté desconcertada.

—¡Que te gustaba, tonta!—La chica se echó a reír. Era una risita aguda y juguetona.—Me di cuenta cuando te dejé con él en tu casa.—Me levantó una ceja.—Y fui una tonta al no haberlo descubierto antes, fue por eso que seguí charlando y coqueteando con él ¡Fui una estúpida! ¡Tú eres mi mejor amiga, debí haberme dado cuenta las señales! Porque se que a pesar de que nunca demuestras tus sentimientos, se nota cuando alguien te interesa. Prometo que no haré ni intentaré nada con él. ¡Es más ni siquiera me parece atractivo! Solo tiene ojos para ti y yo me dejé llevar por la emoción y adrenalina de esa noche.—Reí ante su exagerado dramatismo.

—Es cierto. Cuando los dejamos a ustedes y me llevó solo a mí, casi que intentó besarme.—Afirmó Clay, con suma preocupación en su rostro.

—Supongo que me sentía libre. Y empoderada.—Se encogió de hombros mi amiga.—Como sea. Lamento no haber visto las señales y haberme controlado con él, amiga. Te adoro mucho como para perderte por un hombre.

La muchacha me abrazó por encima de la mesa.

—¿Fui tan obvia?—Suspiré.

En verdad creía que estaba haciendo un buen trabajo al esconder mis sentimientos encontrados hacia Aramis.

—No... pero sí. De seguro para él y el resto no, pero para nosotros que te conocemos de pies a cabeza sí.—Explicó mi amigo.

Mi dilema era ese: no demostraba lo que sentía ni tampoco hacía algo cuando alguien me atraía, y por eso casi siempre las oportunidades se esfumaban. Quizás cuando me dignaba a dar un paso, otra chica me lo quitaba o el chico ya ni se sentía correspondido por mí.
Muchas veces en el pasado ocurrió que mis anteriores amigas me quitaban al joven que me gustaba, o que se ponían en un compromiso justo cuando yo pensaba hablarles.

—¿Cómo estuvo? ¿Fue bueno?—Preguntó Elah. Ambos me miraban pícaros, esperando mi respuesta.

Me limité a cerrar los ojos, asentir con la cabeza y morder mi labio, frustrada.

Muy bueno.

—¡Tenemos que festejar!—Exclamó la chica.—El viernes no estarán mis padres en casa. Podría hacer una pequeña reunión.

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