Capítulo dos.

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—¡Chicos, chicos, chicos!—La niña corrió hacia el trío maravilla con suma emoción

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—¡Chicos, chicos, chicos!—La niña corrió hacia el trío maravilla con suma emoción.—Ella es Thea, la hija de Theodore y Shonda.

Carraspeé mi garganta.

Era inexplicable la vergüenza que sentía en esos momentos.
Mi corazón palpitaba de manera acelerada y un vacío se estaba creando en mi estómago como si estuviera a punto de sufrir un ataque de ansiedad.

Lo cual era una estupidez.

No podía estar teniendo un ataque de ansiedad simplemente porque un grupo de adolescentes probablemente más menores que yo, me intimidaban.

Eres patética, Thea.

—¿Theodore, Thea? Wow. Se mataron con el nombre.—Habló la chica. No me dio tiempo a responder, que simplemente se alejó de la sala para adentrarse en la cocina.

El dichoso Aramis rió del chiste de su compañera y me dedicó una mirada de pies a cabeza, sin expresión alguna, luego se fue sin más, siguiendo los pasos de la rubia.

Clavé mi mirada en la pequeña, mis ojos de seguro estaban grandes debido a la reacción de los jóvenes, ya que había sido un gesto demasiado maleducado de su parte.

Por lo menos has hecho una amiga de ocho años menor que tú. Genial.

—Perdón por la falta de respeto.—El moreno hizo referencia a la presentación tan descortés por parte de sus amigos.—No acostumbran llevarse bien con cualquiera.—rodó los ojos al cielo. Acto seguido, se acercó a mí y me tendió la mano.—Soy Samuel, por cierto.

—Descuida.—Le sonreí.

—¿Lo ves? ¡Te lo dije! Debes ser especial para caerles bien.

Asentí dándole la razón a la niña.

(...)

—No lo puedo creer. Si yo hubiera sido tú, les habría saltado a la cara diciéndoles algo.—Negó con la cabeza mi amiga Elah, mientras devoraba una barra proteica de cereal.

—Lo sé. Estuvieron muy mal, pero no iba a gastar saliva por un par de idiotas. Además, ver a otro grupo de adolescentes, sola, con uno de ellos más caliente que el infierno y una con aires de superioridad, no fue una tarea fácil para mí.

No era una pusilánime, no le tenía miedo a las personas, pero era un poco tímida y vergonzosa como para hacerme la coqueta frente a dos muchachos que me doblaban en altura y una chica que era más vil que el demonio.

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