Capítulo diez.

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No podía estar peor

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No podía estar peor.

Toda la noche del martes me la había pasado llorando y decaída a causa de lo mal que Aramis me había hecho sentir.

Era miércoles ya y ni siquiera fui capaz de asistir a la escuela con la excusa de que estaba mal del estómago.

Ni siquiera se pasaba por mi mente la idea de ir a la casa Ikigai. Y mi tiempo de castigo en ella había acabado al haber asistido durante un mes entero sin falta.
Además, supuestamente mis padres me notaron más centrada y calmada con respecto al rumbo de mi propia vida.

—Thea, ¿vendrás conmigo hoy?—Mi madre preguntó al abrir la puerta de mi cuarto sin previo aviso.

—No. Me siento fatal.—Me encogí de hombros y me acurruqué en mi cama.

Tenía las ojeras por el piso y la cara chupada como si en verdad estuviera enferma. Lo último que buscaba era tener que lidiar con Aramis en ese estado y que se burlara de mí por debilucha.
Ni siquiera las mejores series o los mejores dulces me han podido calmar la angustia que traía.

Fui lastimada por un castaño de un metro ochenta y cinco que lo único que sabía hacer era joderme.

¿Iba a dejar que me afectara? Sí.
¿Por qué? Porque era una estúpida que a pesar de haberse creado una fachada de niña mala, era muy sensible ante ciertos tratos.
Y los de Aramis se estaban volviendo repetitivamente maliciosos.

Las horas pasaron. Mi padre llegó de su trabajo y no tardó nada en sacar el coche y buscar a Shonda del hogar de tránsito para traerla de vuelta a casa.

Mi madre me hizo saber su presencia entrando nuevamente a mi cuarto de manera sorpresiva.

—¿Hija, estás bien?—Asentí con la cabeza. La mujer tomó asiento a los pies de mi cama.—Camille ha preguntado por ti.

¿Y Aramis no?

—Que bueno.—Me limité a sonreír.

—La semana que viene es el cumpleaños de Aramis.—Anunció.—¿Quieres ir?

—No.—Hasta yo misma me impresioné de lo seco que salió eso de mi boca.

—Anda, es su cumpleaños número dieciocho. De seguro le hará ilusión tener a alguien de su edad allí. Está rodeado de niños. Hazlo por mí.—Shonda acarició mis pies mientras me hacía puchero con el rostro.

Respiré hondo.

—Iré, pero no estoy segura de si seguiré yendo todas las semanas al hogar. Después de todo he cumplido arrajatabla nuestro acuerdo.—Enarqué una ceja.—¿No?

𝐀𝐑𝐀𝐌𝐈𝐒✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora