Capítulo dieciocho.

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—¡Me usó sólo para tener sexo!—Sollocé en los hombros de Elah

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—¡Me usó sólo para tener sexo!—Sollocé en los hombros de Elah.

Finalmente había explotado en llanto justo el día viernes, curiosamente en mi cumpleaños, después de haber contenido las lágrimas y el nudo en mi garganta que Aramis me había provocado días atrás.
No solía hacer fiestas ni nada por el estilo, pero como era mi cumpleaños número dieciocho y al verme bajón, mis amigos organizaron una pijamada sorpresa en casa de mi amiga.

Películas, dulces y buena compañía, no me faltaba nada.

O sí.

—Amiga, verás que no es así. Por todo lo que te venía diciendo parecía estar super metido contigo, y sabiendo cómo es él y lo raro que son sus tratos, quizás no fue eso lo que te quiso decir.—La chica me dio consuelo mientras dejaba mis mocos en su camisón para dormir.

—Además, si llega a ser un imbécil lo dejas y listo. Tú eres una mujer fuerte y valiosa.—Clay besó mi cabeza.

—Los adoro.—Abracé a ambos.

Aramis era el hombre más impredecible que jamás había conocido en mi vida.
No habían palabras para describirlo. Él era una persona tan cambiante y una caja de sorpresas, que un día quizás te amaba y al otro te odiaba.

Estuvimos un rato largo acostados sobre los colchones en el suelo de la habitación de mi amiga, viendo una película de terror barato.

Yo me encontraba en una lucha constante con mis recuerdos, para no dejarlos pasar, ya que cada rincón del cuarto de mi amiga me hacía acordar de la situación que había vivido con Aramis en ella.

Para cerebro, te lo pido por favor.

—Tengo una idea. Hay una fiesta en la casa de uno de los chicos de la escuela Hamilton, podríamos ir un rato así despejamos tu cabeza con mucho alcohol y muchachos nuevos.—Elah guiñó su ojo en mi dirección.

—¡Sí, Thea, hagámoslo! Tengo muchas ganas de perrear.—El chico me hizo puchero.

Suspiré.

—Bien.

(...)

—¡Hoy es mi maldito cumpleaños, perras!—Grité eufórica mientras levantaba la botella de champagne en mi mano, que estaba bebiendo del pico yo solita.

Mi humor no era el mismo que aquel de cuando llegamos a la fiesta.
A penas quería darle un sorbo a mi trago y de mi cabeza no salía el castaño de uno ochenta y cinco.
Hasta que las personas alrededor pasándolo de diez y mis amigos felices con una sonrisa en la cara, me hicieron darme cuenta que no debía seguir estando mal por un hombre y menos en mi cumpleaños. Así que me dispuse a disfrutar la fiesta al máximo.

—¡Esta es la Thea que todos queremos!—Chilló mi amigo.

Fue todo tan rápido, la planificación, la preparación, el emborracharnos.
Por suerte Elah era como la casa del pueblo y siempre tenía ropa nuestra en algún cajon de su closet. Me fue fácil a mí colocarme algo prestado de ella ya que utilizábamos la misma talla, el tema era Clay, pero como tiene problemas mentales siempre lleva una muda de ropa urbana más de salir en su mochila por si en cualquier momento surge alguna cita de Grindr.

𝐀𝐑𝐀𝐌𝐈𝐒✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora