Capítulo veinticinco.

13.2K 754 108
                                    

Estuve todo el camino de regreso y el fin de semana pensando en el lunes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Estuve todo el camino de regreso y el fin de semana pensando en el lunes.

Era la entrevista de Aramis con su futuro —o no— jefe.
Quizás él buscaba que lo acompañase y le diera todo mi apoyo, o para seguir torturándome al tenerme cerca suyo.

Y el día llegó.

Terminé de aplicar el polvo volátil que sellaba mi maquillaje. Me calcé unas botas que tenía en el armario y tras un largo rato debatiendo en si ir o no, me digné a asistir a la casa Ikigai.

Llamé a la puerta del hogar con mis puños golpeando la madera y esperé a que alguno de los residentes me abriera.

Tenía un nudo enorme en la garganta y sentía mi corazón tan arrítmico que creí que me iba a desmayar.

—Buenos días, Thea.—Janet me saludó con una cálida sonrisa y un abrazo acogedor.

—¿Cómo estás?—Le pregunté adentrándome en la casa.

—Muy bien. Los niños jugando como siempre, Camille ha ido a una clase de pintura y se la notaba muy emocionada por ello. Samuel como siempre entrenando y Aramis ha venido desde temprano para prepararse.

Me enorgullecía saber que yo fui la pionera en explotar el talento de Camille y hacer que redireccionara su mente en otra cosa que no fueran las malditas drogas.

—¿Ustedes lo llevarán, no?

—Así es. ¿Tú vendrás con nosotros? Creí que estaban peleados y después del otro día no te volvería a ver más.—Enarcó una ceja.

—Lo sé.—Me encogí de hombros.—Pero Aramis me dijo que viniera aquí. No sé que está tramando.

—Es un chico complicado.—Suspiró.—No permitas que te ponga mal, cariño.

Me negué con una sonrisa.

—Anda, ve.—Besó mi frente como si se tratara del cariño de una abuela.—Cualquier cosa Margaret y yo estamos aquí abajo.

—Gracias.

Subí rápidamente las escaleras y fui directo hacia la habitación del muchacho.

Odiaba que mi sistema ya precipitara el nerviosismo y que mis piernas comenzaran a debilitarse debido a lo que tendría que enfrentar.
Mis pulmones respiraban a un ritmo agitado y trataba de disimular lo mejor posible que en esos momentos me estaba muriendo de los nervios y quería que la tierra me tragase.

Golpeé su puerta con los nudillos tres veces.
Tras unos quince segundos de silencio eterno, oí su voz.

—¿Quién es?

—Thea.—Carraspeé mientras jugaba con un mechón de mi cabello.

Escuchar el ruido del pestillo girarse era como cavar mi propia tumba.

𝐀𝐑𝐀𝐌𝐈𝐒✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora