Capítulo dieciséis.

14.7K 831 177
                                    

Los nervios con los que cargaba eran demasiados

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los nervios con los que cargaba eran demasiados. Mis padres y yo nos preparábamos para asistir a la gran fiesta que los nuevos padres de la pequeña Mandy darían.
Correteábamos de un lado al otro en busca de los accesorios o las cosas que nos faltaban para completar nuestros atuendos.

Yo había optado por un vestido corto negro, mi color favorito.
Si bien no me encontraba mucho a mí misma utilizando vestidos, la situación lo ameritaba.
Con tacones del mismo color y un maquillaje muy sutil, pero con un tinte rojo pasión puesto en mis labios.

Una vez que todos estuvimos listos, nos subimos a nuestro coche y mi padre encendió el motor.

Me costaba respirar, tragar y distraer mi mente.
Era un manojo de nervios, mi cuerpo temblaba y no era capaz de quedarme quieta.

Pensar en Aramis me inquietaba.

Después de media hora en la carretera, escuchando la música que pasaban en la radio a esa hora de la noche, finalmente nos aparcamos en el estacionamiento del gran y moderno club.

Era inmenso. No me alcanzaban las palabras para describirlo. Un edificio atemorizante con todos los lujos.

Hasta la envidiaba a Mandy.

Bajé del asiento trasero del automóvil y se me dificultó un poco con los altos tacones que llevaba.

La ansiedad se presentó de forma automática en mi cuerpo cuando nos adentramos en el elevador que se dirigía hacia la recepción y donde se daría la fiesta.
Mi estómago se cerró y esa sensación de vacío que se siente cuando uno está a punto de caer en una montaña rusa no me dejaba en paz.

Tuve que pellizcar levemente mi brazo al ver la celebración que el matrimonio Hudson había montado.

Globos en tres distintos tonos de rosa que iban del más oscuro al más claro se encontraban alrededor de todas las paredes. Incluso se encargaron de colocar unos de color gris metalizado que formaban la frase "Bienvenida Mandy".
Había una gran mesa repleta de comida de primera calidad en el centro, y tres camareros detrás de ella mientras otros paseaban por todo el público con bandejas llenas de bocadillos o tragos.

De hecho, cuando uno de ellos pasó me vi obligada a arrebatarle una margarita porque no me veía soportando la noche sin una gota de alcohol en sangre.

Los invitados eran de mayor ingreso de lo que acostumbraban los residentes de la casa Ikigai o hasta mi familia misma.
Hombres, mujeres y niños producidos como si recién salieran de una revista famosa. Vestidos de gala, con un tratar elegante y una apariencia impecable.

𝐀𝐑𝐀𝐌𝐈𝐒✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora