Capítulo veintiuno.

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Gimoteé en respuesta a la alarma a mi lado

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Gimoteé en respuesta a la alarma a mi lado.
Había programado el despertador de mi teléfono a las seis y media de la mañana para volverme a escabullir al cuarto donde dormía Camille para que las dueñas del hogar no me regañaran.

A penas tenía la capacidad de abrir completamente mis ojos.

Me agaché hacia el suelo, donde descansaba mi móvil y apagué el despertador.
Mi estómago y uno de mis pechos habían sido capturados y sostenidos por el fuerte brazo de un Aramis profundamente dormido boca abajo, con los músculos de su espalda desnuda tensos.

Calma ese fuego, Thea.

—Apaga esa mierda.—Gruñó bajo la almohada, con una voz sumamente ronca y sensual.

Suspiré.

—Me tengo que ir.—Anuncié perezosa mientras me soltaba lentamente de su agarre. El castaño gimoteó en respuesta y me apretó más fuerte hacia su cuerpo.—Aramis, me tengo que ir. Suéltame.

—No quiero.—Se opuso sin siquiera verme a la cara.

—Suéltame o te obligaré a hacerlo.—Lo amenacé.

—¿Qué me harás, pegarme? Chiquilla, puedo pelearte hasta dormido.—Respondió con aires de grandeza.

Siempre decía lo mismo.

—No.

Acto seguido, bajé mi mano hacia sus boxers y decidida apreté sus testículos. No fui brusca ni nada, pero lo que hice lo tomó tan de sorpresa, que quitó sus brazos de encima mío inmediatamente para tocarse los huevos y soltó un grito a la almohada.

Victoriosa, salí de la cama y le eché una última mirada.

—¡Eres una demente!—Gritó en un susurro lo suficientemente alto como para que yo lo escuchara, pero no tanto como para que los demás fuera de la habitación lo hicieran.

Reí y me salí de allí.

Me abalancé sobre el colchón en el suelo al lado de la cama de Camille sin hacer ruido y con una sonrisa en la cara, me dejé caer en los brazos de Morfeo.

(...)

—¡A desayunar!—El grito de Margaret desde el piso de abajo nos despertó a la rubia y a mí.

Ambas bufamos. Ninguna quería levantarse tan temprano.

Porque las once de la mañana seguía siendo temprano.

—Oí tus gritos anoche.—Habló Camille con los pómulos elevados en una sonrisa burlona, mientras peinaba su cabello y yo me colocaba la falda de jean para no bajar en pijama.

Reí.

—Mentirosa,—le lancé un almohadón.—Aramis se durmió antes de que ocurriera algo.

𝐀𝐑𝐀𝐌𝐈𝐒✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora