Capítulo diecinueve.

13.8K 722 245
                                    

Lunes nuevamente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lunes nuevamente.

Cuando llegamos a la casa Ikigai tardé lo menos posible en saludar a todos para subir las escaleras y encerrarme con Aramis en su habitación.

El muchacho, que permanecía muy concentrado observando la pantalla de su laptop, se levantó de su asiento y se acercó a mí para plantar un beso en mis labios.

—Enséñame.—Rogué, haciendo referencia a la solicitud de amistad que su hermano mayor biológico le había enviado.

Volvió a sentarse en la silla del escritorio. Yo me limité a permanecer de pie a su lado.

El hombre de unos treinta años en en Facebook de la pantalla era, a pesar de tener ciertas diferencias físicas, muy igual a Aramis.

Owen Baxtler.

—¿Por qué me hace esto?—Musitó el castaño, con cólera.

Acaricié su espalda.

—Él no es tu madre. Tal vez quiere hablar contigo después de tantos años para ver como te va en la vida.—Hablé dudosa. Lo cierto era que yo tampoco entendía porqué se aparecía años más tarde cuando ya no lo necesitaba.—No tiene nada de malo rechazar su invitación. No debes hacerlo si no quieres.

Soltó un largo suspiro. Luego giró su cabeza en mi dirección.

—Lo siento hermanito, es muy tarde para rehacer tu vida conmigo.—Dijo en un tono vacilante, y procedió a eliminar la solicitud de amistad con el cursor, para después cerrar todas las ventanas y apagar la computadora.

Solté una carcajada.

—¿De dónde conoces a Twan y Trevor?—Pregunté con una ceja alzada, tras unos minutos de puro silencio.

La parte superior de su silla giratoria se movió para que él quedara frente a mí.

—Son amigos de la escuela.—Contestó relajado.

—Son lindos.—Dije a propósito, en tono burlón.

—¿Ah, sí?—Su voz se tornó grave y ronca, mientras se levantó de su asiento y la pateó con el pie para que esta se desplazara detrás suyo por la habitación.

Oh, mierda.

—Sí.—Reí nerviosamente. Me alejé de él para crear un metro de distancia.

—Ven aquí.—Corrió para luego capturarme y encerrarme entre sus tonificados brazos. Las venas de este que saltaban a la vista lo hacían verse el triple de ardiente.

Aramis me tiró sobre el colchón de su cama como si fuera una pluma.
No tardó nada en profundizar e intensificar el beso. Nuestras lenguas se movían a la perfección y la cercanía que tenían nuestras partes íntimas debido a que su cuerpo estaba metido entre mis piernas, no hacía más que encendernos a ambos.

𝐀𝐑𝐀𝐌𝐈𝐒✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora