Capítulo veinticuatro.

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Respiré hondo y exhalé en un intento por calmar mis nervios

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Respiré hondo y exhalé en un intento por calmar mis nervios.

Tan solo pensar en que volvería a ver a Aramis me causaba una mezcla de curiosidad, intriga, miedo y emoción.
Yo quería verlo.
Yo necesitaba verlo.
Ver si se encontraba bien, si había cambiado de opinión, sinceramente ver su cara una vez más, porque no tenía la certeza de si me toparía nuevamente con él en otro momento de mi vida o si se borraría para siempre.

Twan se apareció en la entrada del edificio tras un llamado de Trevor, anunciándole que estábamos allí.

Este nos abrió la gran puerta de vidrio con una sonrisa y nos guió hacia el elevador.

A medida que los números subían, mi tranquilidad disminuía.

—Aquí es.—Dijo, colocando la llave en la cerradura de la puerta C del quinto piso.

Tragué duro antes de ingresar al departamento.

Este no era muy grande, pero me llevé una grata sorpresa al ver que a pesar de ser un chico quien vivía allí, lo mantenía ordenado y bien cuidado.

Me detuve en seco al notar la presencia de Aramis en el lugar.

Sentado en el sofá, escuchando la música que se reproducía a través del televisor en frente suyo, con latas de cerveza al lado y lillos sobre la mesa ratona junto a un picador.

Se veía tan atractivo.

Con el cabello despeinado, su nuez de Adán sobresaliendo, la camiseta negra que traía puesta dejando a la vista sus brazos tonificados, la cadena que resaltaba sobre su cuello y su imagen de chico malo e incomprendido por todos.

Se giró lentamente en nuestra dirección.

Casi fallezco.

Sus claros ojos capturaron los míos. No me había notado en todo ese tiempo, pero cuando finalmente lo hizo, su mandíbula se tensó y su expresión cambió.

—Hola.—Dijo en voz alta en forma de saludo hacia todos. Ni siquiera se molestó en moverse de su lugar.

Benny le tendió una bolsita con marihuana mientras que Twan tomó asiento junto al castaño para dedicarse a armar los cigarrillos.
Trevor, no tardó en tomar la mano de Elah y encerrarse con ella en la alcoba del dueño.

—No sabía que estaría aquí...—Me susurró Clay, un tanto alarmado.

—Yo sí. Lo supuse.—Mordí mis labios.

Estábamos a una distancia considerable con los muchachos para que estos no oyeran nada de lo que hablaba con mi íntimo amigo.

—¿Quieres irte?

—No.—Refuté con desesperación.

Eso era lo último que quería hacer.

—Bien.—Murmuró y levantó sus manos en son de paz.

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