Capítulo veintidós.

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Las horas pasaron

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Las horas pasaron.
De hecho, los días pasaron.

Hacía ya tres días que no sabía nada de Aramis.
Las dueñas del hogar me comentaron que recibieron un texto suyo donde decía que no se preocuparan, él estaba bien. Pero que tampoco lo busquen.

En cuanto a mí, ansiosa esperaba aunque sea una llamada por su parte. Mi pulso se aceleraba cada vez que la pantalla de mi teléfono brillaba por un mensaje, pero decaía y me ponía triste cuando lo chequeaba y no era de él.

¿Qué se suponía que debía hacer?

A veces, sobretodo por las noches, me planteaba lo peor.
Aramis se había ido y quizás nunca más lo volvería a ver.

Tal vez todo esos sentimientos que alguna vez me juró, eran sólo momentáneos o una fachada para pasar más rápido el tiempo.
Tan solo imaginar en la posibilidad de no volverlo a ver y jamás haberme despedido de él, sin obtener una explicación por su lado, me carcomía la cabeza.

Estaba sufriendo.

La angustia me perseguía, intenté distraerme y no pensar tanto, pero siempre seguía allí en todo momento.
Y no mejoraba.
No, para nada.
Ni siquiera ese dolor tan profundo que llevaba en el pecho se calmaba al irme a dormir. Estaba ahí, a todas horas.

La campana de la escuela indicándonos que ya podíamos regresar a nuestros respectivos hogares sonó. Velozmente me encargué de guardar todos mis útiles en el bolso y colgármelo al hombro para de una vez por todas irme a casa.

Así tendría más tiempo para llorar.

En el estacionamiento de la escuela se encontraban Elah adentro de su Jeep y Clay apoyado en su ventana, charlando.

—¿Estás bien corazón? Te ves fatal.—Mi amigo me dijo cuando me acerqué a ellos para saludarlos.

Este me abrazó por los hombros.

—¿Sigue sin textear?—Me preguntó Elah, con el ceño fruncido.

Asentí con la cabeza e hice todo lo posible para que las lágrimas que se aparecieron en mis ojos no salieran.

Ambos resoplaron y un enorme silencio nos invadió.
Pero una notificación de mi teléfono en mi bolsillo nos sobresaltó a los tres.

—¿Es él?—Interrogó Clay, con cara de sorpresa y pánico.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y debido a mis manos que comenzaron a temblar, tardé en sacar el dispositivo.

Tenía un nudo en la garganta. Mi presión había caído en picada.

<Río.>

—Quiere que lo vea.—Levanté la vista del celular para taladrar con la mirada a mis dos mejores amigos. Estaba hiperventilando tanto de la ansiedad que me vi obligada a abanicarme con las palmas de mis manos.—Creo.

𝐀𝐑𝐀𝐌𝐈𝐒✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora