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A aquella  gloriosa campaña le siguió un año de aparente calma hasta que llegó el momento más amargo para el resto de compañías; en las pasadas semanas dos de las fortalezas defensivas de la marca, Canto de Grajo y Pedregal, habían caído, y sus moradores descuartizados o hechos prisioneros por los curelingos. Esto era un acontecimiento desastroso y tenía a los hombres desmoralizados. Se consideraba a estas fortalezas inexpugnables, distribuidas a lo largo de la frontera, ocultas por la roca y la espesa arboleda.

Si los curelingos habían hallado la manera de encontrarlas estaban todos perdidos.

Aunque dentro de lo malo no ocurrió lo peor. Los Sin Madre que tenían su residencia en sendos alcázares estaban guerreando más al sur cuando ocurrió el desastre y sólo se hubo de lamentar grandes bajas entre los regulares. La suerte, una vez más, estuvo de su parte,

La pérdida de los alcázares supuso un reajuste que fue llevado a cabo muy inteligentemente por los generales, realizada rápida y eficazmente. Se fortificó el resto de fortalezas y trató de rehacerse la línea de defensa lo mejor que se pudo. Aquello había abierto una brecha en cuña que había que taponar.

Este reajuste también se notó en Puerta de Entrada que, aunque alejada de la posición de aquellas, no bajaba por ello la guardia. La actividad aumentó y los nervios estaban a flor de piel. Los soldados clamaban venganza.

Altero hizo llamar a Saulum a su oficina en la torre más alta de Puerta de Entrada, una tarde de primavera y frente a un par de copas de vino habló Altero de esta forma:

– Los generales han decidido que es necesario un ajuste de cuentas. Ha llegado el momento de que les devolvamos sangre por sangre: les llevaremos la guerra a su hogar. Nuestros espías llevan semanas explorando el terreno. Tenemos localizado un emplazamiento curelingo al noroeste de aquí a no más de dos días de distancia. Está alejada de la frontera por lo que la defiende solo una pequeña guardia. Realizaremos un ataque con pocos efectivos. Será un ataque rápido, golpear y huir. Yo lideraré al grupo y quiero que formes parte de él. Les demostraremos que no nos dan miedo y que nuestra mano es larga, que podemos entrar y salir y hacerles daño como ellos a nosotros. Es necesario. ¿Cuento contigo?

Cinco horas antes del amanecer, veinticinco hombres armados salieron en silencio sepulcral de la puerta de Throll y se adentraron en la espesura del bosque, solapados en la noche. Anduvieron a buen ritmo a grandes y ágiles zancadas siempre bajando al valle, territorio de los curelingos. No clareaba todavía cuando se adentraron en las planicies verdes curelingas temerosos de ser descubiertos en terreno abierto. Pero la noche fue su aliada y ningún ojo enemigo vio a los valerosos hombres. Superado el primer escollo, el resto fue terreno más boscoso donde se movían cómodos y era más fácilmente ocultarse. Comían sin hacer fuego, descansaban las horas justas para cumplir con el apretado programa, siempre en movimiento, sobre todo durante las horas oscuras.

Los espías, durante su escrutinio a los curelingos, habían descubiertos que estos hacían acopio de alimentos y otras mercancías que trasladaban al castillo a través de un pasillo bajo tierra que empezaba junto a un río. Por allí entrarían y por allí saldrían.

Después de día y medio de viaje furtivo por tierras hostiles, llegaron a orillas del río, donde el espía les esperaba para mostrarles el camino a la puerta que daba al pasadizo, no sin antes descansar y reponer fuerzas así como dedicar un tiempo a la mentalización y discusión de los últimos detalles.

Arropados por la oscuridad cayeron sin piedad sobre los habitantes del lugar. El ataque encontró a los curelingos después de la cena y la oposición en un primer momento fue muy débil y muy mal orquestada. Los extraños  e inhumanos rostros curelingos expresaron sorpresa e incredulidad y caían bajo las espadas de Los Sin Madre con esa incredulidad reflejada en los ojos. La guardia reaccionó tarde y cuando lo hizo, los grandes salones ardían bajo las llamas al igual que las estancias donde descansaban. Se oían continuos gritos de horror o de auxilio en el extraño lenguaje curelingo y todo era un completo caos. La matanza en pocos minutos se había consumado.

Saulum, el Sin MadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora