La frontera se reforzó con hombres vigilantes por todo el perímetro puesto que se esperaba una respuesta curelinga que no se hizo de rogar. Los siguientes meses fueron de lucha intensa con periodos intermedios de calma. Los hombres no cedieron un palmo de tierra y sólo se saldó con numerosas bajas, tanto de un bando como de otro.
Saulum, bastante cómodo al mando de la lanza, aún se atrevió a llevar la lucha a la zona dominio de los curelingos, llevando a cabo planeadas escaramuzas contra sus posiciones. Siempre ataques rápidos y furtivos, llevando el caos a sus corazones.
A finales de otoño, tras un periodo de relativa calma, la lanza de Saulum retozaba al resguardo de la espesa arboleda, disfrutando de un merecido almuerzo. Saulum, como era habitual, comía solo con su mirada perdida, pensando o soñando en cosas que sólo él sabía, cuando unos de los hombres que había mandado como explorador irrumpió con gesto apremiante en el improvisado campamento.
- ¡Saulum! ¿Dónde está Saulum?- Preguntó en voz baja, como si temiera ser escuchado. Su rostro reflejaba angustia y tensión. Con señas, le indicaron dónde podía encontrarle. De los nervios cayó a los pies de su jefe. - Saulum, una columna de a tres avanza por el sendero ¡y se dirige a Puerta de Entrada! - Saulum asintió y poniéndole una mano en el hombro le dijo que se tranquilizase. Mirando al resto les ordenó que permanecieran en silencio prestos para la acción. Pidió al explorador que le guiase y que le enseñase lo que había visto e indicó a su segundo que les siguiera. Se encontraban a apenas cincuenta metros del sendero y no tuvieron que andar mucho para llegar a él.
Desde una posición alta, Saulum contempló a las ordenadas huestes curelingas que avanzaban en silencio. Aquello llamó la atención al joven puesto que aquello era del todo anormal. Contó una centena de ellos, no más, ¿y tan en el interior del bosque?, ¿Qué tramaban? No era una fuerza invasora desde luego, ¿entonces? El sendero no les llevaría a Puerta de Entrada pero sí demasiado cerca como para permitirlo. Con precaución volvieron sobre sus pasos al campamento.
Dio claras instrucciones sobre lo que sus hombres debían hacer. Con la cobertura de los árboles, las flechas de sus hombres darían cuenta de los curelingos pero aun la veintena de hombres con los que contaba no podría con la centena de ellos. Mandó un mensajero a la zona en la que debía de encontrarse la lanza de Fedalar para solicitar refuerzos y él mismo se acercaría a la base avanzada donde se esperaba encontrarse a Altero.
No tardó ni diez minutos. Jadeante dio la contraseña a los vigilantes apostados en la espesura y aun corriendo entró en la sala de mando del edificio. Ni Altero ni ningún otro superior se encontraba allí en aquel momento. Eso significaba que tendría que ser él quien dirigiera la ofensiva. Mandó a varios hombres para que buscasen a Altero o al general encargado y tomó bajo su mando al grupo de hombres que allí se encontraban.
Cinco minutos después, avanzaba hacia el sendero seguido de dos veintenas de hombres que corrían haciendo el menor ruido posible, camuflados por la espesura de la vegetación.
Uno de sus hombres corrió a su encuentro y le informó de la situación: Fedalar había llegado con sus hombres y se encontraba apostado en el lado derecho del sendero esperando la orden de atacar mientras que sus propios hombres, los de Saulum, controlaban el lado izquierdo. Varios zapadores curelingos habían estado inspeccionado la zona y no se les capturó puesto que estas habían sido las órdenes de Saulum y tal y como este había predicho, los curelingos no parecían saber muy bien donde se encontraba la fortaleza, sino que parecían avanzar a ciegas por el sendero. Saulum se preguntó si andaban perdidos. Estas noticias le tenían más confundido. No tenía lógica esto que hacían los curelingos.
Avanzando en paralelo al enemigo, Saulum los observó oculto entre las sombras. Los curelingos estaban cometiendo un suicidio.
Con una señal clave, Saulum dio la orden de iniciar el ataque. Las flechas silbaron al surcar el aire. Todas dieron en el blanco. Los curelingos eran muy duros y hacía falta más de una flecha para acabar con ellos. Aun dio tiempo para tres andanadas más de flechas, pero luego se hizo necesario el uso de las espadas para acabar de una vez por todas con ellos. Saulum con sus guerreros cayó en medio de ellos y con gran habilidad fue ensartando a sus rivales, sembrando el dolor y el pánico entre ellos. Fedalar hizo lo propio y realizó una carga desde lo alto con sus hombres. Esta segunda ola hizo que muchos curelingos perdieran la vida. Los Sin Madre aullaron de ira y reuniendo toda la fuerza y destreza que pudieron, combatieron a sus enemigos diezmándolos hasta que sólo quedó un solo núcleo de ellos. Saulum se dio cuenta de que parecían proteger a su general, un curelingo ataviado con ropas distintas y lo que parecía una extraña corona. La defensa curelinga era impenetrable, pero otra vez la intrepidez de Saulum hizo que al final cayera derrotada. Superando la guarda de uno de ellos, Saulum realizó un tajo por debajo del ombligo de su enemigo con lo que sus intestinos cayeron al suelo. Antes de que este cayera al suelo, Saulum ya atacaba a otro. Abierta la brecha, los guerreros entraron por allí matando al enemigo.
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Saulum, el Sin Madre
FantasySaulum, El Sin Madre Una pugna entre naciones por una franja de tierra fronteriza boscosa de las montañas Thorbald. Una masacre sangrienta y diez mil colonos son aniquilados sin el menor resquicio de piedad. ¿Sin piedad? No del todo. Para sorpresa d...