Una hora después, la ropa de los guerreros estaba colgada de unas ramas secándose mientras estos tomaban el poco sol que traspasaba el techo formado por la arboleda. Todo era calma y lasitud ahora. Las mujeres mayores con Nosiona al frente, limpiaban a conciencia las faldas y vestidos frotando con fuerza mientras otras holgazaneaban o preparaban la cena de esa noche. Dilise y Anion confeccionaban coronas con flores que llenaban las márgenes de la laguna mientras Ctedd peinaba a conciencia a las chiquillas y las pintaba con pinturas que había traído consigo o con tintes que ella misma extraía de unas arcillas que había encontrado río abajo.
A la hora de la cena, todos comieron juntos, hombres con mujeres sin distinciones de grupo. Los ánimos estaban exaltados y todos reían con buena gana, relajados y cómodos los unos con los otros. Los muchachos admiraban bobalicones la belleza de las mujeres con sus cabellos recogidos enmarcados por las coronas de flores y sus ojos perfilados por el excelente trabajo de maquillaje de Ctedd. No dejaban de alabar a la concubina y las más jóvenes se encendían radiantes por la vergüenza o exultantes por los admirados comentarios de los guerreros. Saulum, retraído, observaba en silencio y se admiraba por el cambio, especialmente el cambio de Baradawen; el cabello grasiento, la suciedad en la cara y su rostro tensionado por las preocupaciones no le habían dejado ver la plácida belleza que se escondía debajo y que ahora se vislumbraba. Baradawen, quizás notando la atención de que era objeto por parte del joven, se atrevió a acercarse a este para sentarse a su lado. Coqueta, le regaló una radiante sonrisa y se lo quedó mirando en silencio con los ojos brillantes. Saulum estaba atribulado a más no poder.
- Nunca lo hubiera imaginado. – Comenzó por hablar la muchacha.
- Imaginado, ¿qué?
- Que hubieras sido capaz de mirarnos oculto detrás de un arbusto mientras nos bañábamos. ¡Tan serio y tan adusto, el gran capitán!
- Yo no fui a miraros. – Respondió seco, sintiéndose atacado por las acusaciones. – Sólo cuidaba de que estos no cometiesen ninguna locura. No soy un ruin mirón.
La muchacha rio a gusto y se lo quedó mirando. Su rostro cambiante le contempló de modo más coqueto, entrecerrando los ojos y abriendo levemente la boca.
- ¿Me estás diciendo que no te atreviste a mirar?
- No, ¡Por supuesto que no miré! – Dijo sin mirarla a los ojos, azorado como estaba. Ella inclinó la cabeza sonriendo ahora.
- ¿No viste nada?
- Nad... – Los nervios le traicionaron y la palabra se le atragantó.
- Pues yo creo que sí. – Su sonrisa se hizo más grande y bella y él captándola, se volvió a mirarla con cierta avidez. Ella se dio cuenta y rio con un sonido cristalino.
Alguien comenzó a entonar unas notas de una canción y ella se incorporó para tomar las manos de Kaela y comenzar a bailar con ella. Baradawen danzó y danzó procurando no alejarse mucho para que el joven capitán no pudiera quitarle los ojos de encima. Saulum notó como su corazón palpitaba a mil por hora y desde luego no podía apartar su mirada.
Dalem tomó asiento a su lado y de un codazo llamó la atención de su amigo. Este le miró un instante para luego volver a buscar a la muchacha la cual ya le sonreía y le dedicaba un guiño.
- Demonios, esa niña me tiene loco.
- ¿Quién? ¿Baradawen? – Preguntó Saulum volviéndose de nuevo a su amigo.
- ¿Baradawen? ¡No, tonto, es Lati quien me tiene loco!
- Ah, claro.
- ¿Ah, sí?, ¿Tanto se me nota?

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Saulum, el Sin Madre
FantasíaSaulum, El Sin Madre Una pugna entre naciones por una franja de tierra fronteriza boscosa de las montañas Thorbald. Una masacre sangrienta y diez mil colonos son aniquilados sin el menor resquicio de piedad. ¿Sin piedad? No del todo. Para sorpresa d...