En tablas las hostilidades con los humanos, Dreidus se hizo de nuevo necesario en el norte donde los Aracoks volvían a estar activos, amenazando con desbaratar los avances conseguidos mediante la victoriosa campaña de Dreidus del pasado año. El joven general rogó a Saulum para que le acompañara a la frontera y le sirviera de consejero y este, necesitado de salir de los muros de palacio decidió aceptar la invitación con la condición de que no le preguntase más sobre la localización de las fortificaciones humanas. Dreidus rio la idea sumamente divertido y prometió que eso no sucedería, que una vez y no más. Además, sentía que tenía una deuda que pagar con él, como si fuera necesario recuperar la amistad y la confianza perdida.
Viajaron juntos al norte en un largo trayecto que permitió a Saulum tomar conciencia de la vastedad del reino curelingo y de su enorme variedad. Quedó impresionado y prendido de la belleza de sus gentes y de sus ciudades. Al unirse al ejército, ambos quedaron inmersos en un ajetreo continuo en el que el humano volvió a sentir la adrenalina corriéndole por las venas y el sentido de propósito largamente perdido. Junto al curelingo y el resto de generales dirigió la defensa y contraofensiva contra el enemigo. Cierta vez incluso participó activamente blandiendo su espada contra los simiescos rivales; seres parecidos a monos peludos algo más altos que los curelingos. Quedó impactado por la fuerza de aquellos seres y su bestialidad; comprendió que, de no ser por los curelingos, los humanos hacía tiempo que habrían perecido a manos de aquellos seres brutales. Incluso en el bosque serían rivales mortales. Gracias a la pericia del humano en la lucha en el bosque que tanto se esforzó por trasmitir a los curelingos, estos desarrollaron en unos pocos meses la capacidad de respuesta necesaria. Las técnicas y estrategias que el humano les enseñó, les fue de gran utilidad y pronto aprendieron a contrarrestarlos más eficazmente. Saulum se ganó un nombre y su respeto entre los guerreros que le saludaban efusivamente cada vez que lo veían pasar. Se ganó el afecto de todos ellos.
Tras unos meses en el norte, Saulum bajó a ciudad capital para celebrar unas festividades en compañía de los monarcas. En el palacio supo que en los calabozos retenían a varios presos humanos y no pudo reprimir la curiosidad por saber de su tierra, y con el permiso de Adaverk, volvió a bajar a las profundidades años después. Lo que encontró allí le disgustó y en el último instante prefirió desechar la idea de hablar con ellos, pero uno de ellos se acercó a los barrotes cuando se percató de su presencia.
- ¡Tú!, no puede ser, ¡te creíamos muerto!
- Ya ve, general. Parece que el destierro que me prometía el infierno y la muerte me ha procurado el paraíso...y la vida. - Se trataba de uno de los generales de Malquevich.
- ¡Maldito traidor! Debimos haber sospechado que tus amigos curelingos no te matarían sino que te darían un agujero en el que esconderte como la rata que eres. - El hombre siguió desvariando en insultos e imprecaciones y cuando Saulum lleno de hastío ya se iba deseando poner distancias, uno de los hombres que había permanecido tumbado detrás en una esquina oscura se acercó y empujó a un lado con brusquedad al andrajoso general asiendo los barrotes con unas manos sucias de barro, dirigiéndole una mirada de asombro con unos ojos que brillaban con una intensidad que el muchacho creyó reconocer.
- Saulum amigo, mis ojos se sienten dichosos de verte vivo. - Se trataba de Fedalar. Su relación se había matizado los últimos años en los que ambos fueron capitanes de Lanza y Saulum también se alegró casi de verle, aunque fuera en aquellas condiciones.
- No hagas caso de este patán. Por su culpa y sus decisiones erróneas varias Lanzas cayeron en una trampa y ahora lo pagamos todos. Las cosas andan mal por la marca y la frontera ya no es lo que era. Los Sin Madre están sin guía.
- ¿Qué dices Fedalar? ¿Le ha ocurrido algo a Altero?
- Altero está preso en el castillo de Malquevich. Fue tu principal defensor y esto no gustó a nadie. No era popular entre los mariscales y estos acabaron con él tan pronto les surgió la oportunidad. Fueron unos rastreros que no valoraron su pericia como estratega cuando tomamos el valle de Enon.
- ¿Él tuvo algo que ver en eso?
- ¡Desde luego que sí, puedes apostar tus cojones a ello! Después, los mariscales se lo llevaron a él y pusieron en su lugar a un palurdo de provincias: una foca sebosa y aburguesada que lo echó todo a perder en sólo seis meses. Fue un desastre total. Los Sin Madre aun pudimos rehacernos pero el resto eran ejércitos del interior, señoritos de cortijo, y como ya te puedes imaginar, fueron masacrados. En cambio con nosotros no pudieron. No les permitimos que entren al bosque y si lo hacen les damos una bienvenida a base de zurras. Allí somos imbatibles, ya lo sabes.
- Sí, lo sé.
- Tienes que volver Saulum. Los Sin Madre se alegrarían de nuevo de verte y ahora es el momento. Hay una revuelta civil en la capital y Malquevich está hasta arriba de problemas.
- ¿Qué me dices hombre? ¿Una revuelta?
- Sí, el pueblo está descontento. Hay mucha hambre y pobreza. Malquevich ha resultado ser un tirano que chupa la sangre del pueblo. Su administración ha llevado a la economía a una bancarrota y el ejército está también a punto de sublevarse. Falta un líder, hermano, alguien que enderece las cosas. Parece que eres amigo de los curelingos, ¿te dejarán ir? Altero y los demás te necesitamos. Bueno, yo no. Supongo que pasaré los años y me pudriré aquí entre estas sanguijuelas.
- Fedalar, ahora tengo muchas cosas en las que pensar. Esto que me cuentas resulta perturbador. Volverás a saber de mí, ¡cuídate!
Saulum habló con Adaverk y juntos debatieron el tema. El humano sentía cierta nostalgia para él hasta entonces desconocida y aunque admitía que, como se sentía junto a los curelingos no se sentía en ningún lugar, no podía permanecer impasible ante la suerte de sus antiguos compañeros de armas. También tuvo que admitir que le parecía tentadora la posibilidad de volver y ver caer a Malquevich. Antes lo habría negado, incluso ante sí mismo, pero extrañas fuerzas le impelían a volver. Se sentía imbuido de una extraña urgencia. Daverisa, que había escuchado todo a cierta distancia por educación, no pudo reprimir hacer un comentario:
- Saulum, vuelve con los tuyos y comprueba de qué naturaleza es esa extraña urgencia que tira de ti y te urge a regresar. Si luego resultase que no era nada, no necesito recordarte que aquí siempre tendrás un hogar y unos amigos que te quieren.
Saulum no supo cómo expresarle toda la gratitud que sentía y se limitó a plantar un gentil beso en la mejilla de la Monarca para luego volverse a su amigo y estrechar su mano antes de partir a hacer los preparativos del viaje que tenía por delante.

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Saulum, el Sin Madre
FantasySaulum, El Sin Madre Una pugna entre naciones por una franja de tierra fronteriza boscosa de las montañas Thorbald. Una masacre sangrienta y diez mil colonos son aniquilados sin el menor resquicio de piedad. ¿Sin piedad? No del todo. Para sorpresa d...