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Aropetus parecía ahora viejo y rugoso, encorvado bajo una manta de pieles a la luz del brasero. El brillo anaranjado de las brasas ponían de relieve las profundas arrugas de su frente y sus ojos eran pequeñas esquirlas luminosas en sus cavernosas cuencas. Sonidos del ajetreo del campamento le llegaban apagados tras la puerta de su gran tienda de campaña.

Como siempre exigía, la montaban más elevada y apartada de las tiendas donde pernoctaban las tropas, más bulliciosas y canallas que gustaban de arañar horas a la noche tocando música al calor de la hoguera compartiendo historias llenas de sátira y chanzas. Las tiendas de sus segundos y oficiales rodeaban la suya. Si tenían ganas de compartir el espíritu ocioso de la soldadesca, bajarían a unirse a ellos a sabiendas de lo mal que sentaba al General ser molestado en las horas largas de descanso.

Aropetus bullía inquieto arrebujado en su manta, ajeno al leve temblor de sus manos ya ancianas que sólo dejaban de hacerlo cuando empuñaban las riendas de Rampante o la empuñadura de una espada.

Retrocedía mentalmente una y otra vez a los hechos de ese día y su mirada vagaba inconscientemente hacia el extremo de la tienda donde indicaba la dirección en la cual habían alojado a sus pequeños e inesperados huéspedes.

En cuarenta años no era la primera vez que había considerado los destinos de refugiados - los principales perdedores y víctimas de las guerras - y era reconocido por su alto grado de consideración y por la humanidad de sus decisiones, aunque interiormente se acusaba a sí mismo de exceso de practicidad y por su implacable lógica de estratega. Habían sido muchas las veces – demasiadas, tal vez - que la urgencia de las circunstancias lo empujaron a abandonar a su suerte a víctimas de la guerra. Viejos fantasmas le perseguían en noches de insomnio; los rostros de los traicionados y abandonados se le aparecían y no respetaban su descanso.

También esas decisiones salvaron muchas vidas y cambiaron el signo de los acontecimientos, tornando en victoria lo que aparecían como anunciadas derrotas. Esos daños colaterales eran asumidos con la estoicidad del que no puede permitirse una lágrima ni dudar un segundo.

Por más que lo intentase o quisiera engañarse a sí mismo, ese pensamiento no le reconfortaba y sólo las mañanas y las obligaciones conseguían borrar - más bien disipar - esos tormentos.

El temblor de la mano volvió a recordarle que su tiempo expiraba y que los últimos granos de arena de su reloj vital caían rigurosamente ensañándose con su cuerpo marchito. Pronta sería la hora del retiro a su villa y sus tierras con las que hacía ya un tiempo soñaba y planificaba sus últimos años de reposo. Cambiar la disciplina castrense por la del trabajo del campo. Pero ese recogimiento no sería el descanso esperado si los mismos fantasmas le increpaban en las horas de oscuridad en su lecho, si no encontraba redención.

Sus vigilias de los últimos meses habían estado ocupadas con esos remordimientos y ahora un resquicio de luz se filtraba por los postigos de su consciencia pues una idea salvadora le agitaba en cuerpo y alma. El destino había puesto en sus manos a aquellos niños, a aquellas tiernas criaturas que ahora se convertirían en los ángeles de su salvación.

Un rozar de telas le sacó de su ensimismamiento.

- ¿Estáis de humor para compartir un vaso de vino, mi señor? – Era Caramedes que mantenía alzada con una mano un pliegue del cortinaje de la puerta, manteniéndose educadamente fuera del umbral mostrando su rostro a la luz del candil para ser reconocido.

- Sírvelo amigo, que yo ya reposé mis nalgas en este catre y sólo las alzaré cuando mi vejiga me inste a ello. A propósito –recordó el general- no veo el orinal. Llama al chico y dile que lo traiga y me lo ponga a la vista. No quiero andar buscándolo a tientas en la oscuridad cuando el brasero quede en sus ascuas humeantes y se acabe el sebo de las velas. Ese chico se ganará unos azotes como tenga que volver a hacerlo una vez más por su torpeza y falta de memoria – dijo no sin humor -.

Saulum, el Sin MadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora