Capítulo 20: Apúrense.

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Los paramédicos levantan sincrónicamente la camilla con la oficial Romero inconsciente en ella. Cuando la están por sacar de la casa, se topan en el marco de la puerta con el recién llegado detective Ramírez, quien con una cara de asombro al reconocer a la herida mujer, se hace a un lado permitiendo a los paramédicos continuar con su desplazamiento.

—Jessica —susurra él, viendo como meten a la mujer en la ambulancia.

—Por fin llegas —dice con tono triste la detective Harrison dentro de la vivienda.

Ramírez se da vuelta e ingresa al sitio.

—¿Qué fue lo que pasó aquí?

—¿De verdad quieres verlo? —la detective cierra los ojos y suspira de manera lenta, poniéndose cabizbaja en el proceso—. Entonces, creo que deberías subir —señala las escaleras, sin mirar a Aaron.

El hombre camina hasta el señalado lugar y sube escalón por escalón. Un olor metálico se cuela en su nariz, por lo que ya se puede ir imaginando lo que encontrará.

Al llegar al segundo piso, visualiza aquella horrorosa escena siendo inspeccionada por su amigo, James, que denota en su rostro tantas emociones negativas al observar esos dos cadáveres en charcos de sangre.

—Maldición —dice Aaron a medida que se acerca— ¿Ella... él... ellos? —pregunta incrédulo señalando los cuerpos.

—Sí —contesta con un tono frustrado, agachándose—. El policía y la desaparecida. Los dos oficiales fueron atontados gracias a unas granadas aturdidoras activadas con un mecanismo mediante un control. Morris en su confusión, disparó a Karla creyendo que era Puzzler; hasta que vió que en realidad ella tenía el cuchillo pegado con cinta y la boca tapada. De hecho —señala la máscara— Fíjate que ni la máscara es la misma; esta no tiene la boca de rompecabezas. Todo fue una trampa del asesino para matar dos pájaros de un tiro.

—¿Dejó alguna pista? ¿Encontraron también al maestro?

—Sí, y no. El maestro Perkins sigue desaparecido, pero por parte de las pistas, el mensaje tallado en la piel no pudo faltar en alguien —él abre la chaqueta de la joven fallecida, para luego hacerle una seña a su amigo de que se acerque más— ¿Qué logras leer tú?

Ramírez se inclina e intenta leer el mensaje en el estómago del cadáver— "Empieza seco y... —debido al hoyo causado por el escopetazo, para el detective le es ilegible esa parte del texto y se la salta— ...gajoso". Maldición, la bala destruyó el mensaje.

—Me imagino que pegajoso —se incorpora—. Con la cantidad de mensajes que este tipo dejó, creo que ya deberíamos intentar ordenarlos y ver si por fin le damos algún maldito sentido.

—¿Algo más?

—Sí, 11 casquillos de bala 9mm, sin embargo, no encuentro el lugar de impacto en nada ni nadie, lo que me lleva a pensar que quien los haya recibido sea Puzzler. No dejó rastros de sangre ni nada por el estilo, por lo que...

—¿Lleva chaleco antibalas? —continúa el otro detective.

—Es lo más seguro. De resto, yo encontré un celular destrozado, probablemente del oficial Morris; y Harrison por su parte, encontró el control y aparato que activaron las granadas. Ahora solo falta esperar al capitán y explicarle —suspira, apoyando su espalda contra la pared—. No puedo creer que haya pisado por segunda ocasión este infierno.

Se oye a alguien subir las escaleras con rapidez, es Janet— Acaban de informar de un accidente automovilístico cerca de Leimert Park. Parece que se trata del capitán Bullock —explica agitada. James y Aaron se miran asombrados entre sí—. Algunos oficiales y yo iremos a revisar allá. Los contactaré cuando llegue —ambos hombres asienten y la mujer sale del lugar.

El Caso PuzzlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora