Capítulo 14: La Chica.

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Algunas patrullas y vehículos policiales yacen estacionados frente a la residencia; oficiales merodean alrededor de esta en su exterior, mientras que otros investigan su interior.

En la sala de estar, el detective Ramírez le hace unas cuantas preguntas a la señora Camila Rosales.

Por otro lado, en el dormitorio, el detective Hamill se encuentra agachado en todo el centro, observando con mucho detalle el ya seco charco de sangre frente a sus pies. Es uno enorme, incluso James logra visualizar diminutos trozos de carne humana dentro de esa gran mancha color vino. Sin embargo, no hay ni cuerpos, ni extremidades, ni nada. Ese charco es lo único hasta el momento que podría indicar un posible asesinato. Pero ¿realmente cómo pueden estar tan seguros de que esa sangre pertenece al señor Perkins? Habría que analizarla para estar cien por ciento seguros. Por ahora solo es sangre más hecha derramar por el famoso asesino justiciero del momento.

«Ya este olor a metal me está hartando» piensa al momento de incorporarse. Da unos cortos pasos hasta la pared con el mensaje escrito: "¿Se ha divertido con Karla de nuevo, maestro?", junto a la flecha apuntando a la caja del suelo.

El detective saca del bolsillo de su saco dos guantes plásticos y se los coloca en ambas manos, para acto seguido, agacharse y abrir cuidadosamente la caja frente a él. Lo que contiene esta son varias fotografías desagradables del profesor, unas que lo delatarían con bastante facilidad.

—¿Encontraste algo? —se asoma por el marco de la puerta el detective Ramírez.

—Afirmativo —se levanta, dirigiéndose a su amigo—. Los rumores en la preparatoria de que este tipo se divertía con alumnas era cierto —le muestra las fotos.

—Que bastardo.

—Lo sé, si esa sangre de allí es de él, por fin le agradecería de algo a Puzzler —resopla—. Este asqueroso hombre es maestro de mi hija. ¿Cómo carajo sé si no quiso hacerle algo? —refunfuña entre dientes.

—Ya, pero tranquilízate.

—Es que me jode —lo mira—. Ella me había avisado sobre esto y yo no reaccioné antes. ¿Quién sabe con cuántas menores más se habrá propasado?

—No sabría decirte. Por lo que parece, el tipo es un viudo sin ninguna otra relación o pareja aparente —explica—. Y no, la señora Camila no mostró indicios de haber estado flechada por él —se lleva las manos a la cintura—. Aunque ella mencionó que durante conversaciones con su jefe, este algunas veces admitiría tener preferencia por chicas jóvenes que por mujeres de su edad. Vaya espíritu junevil, ¿no?

—¿Cómo Puzzler sabía de esto? —cuestiona al instante Hamill—. Quiero decir, estos detalles.

—¿Te refieres a cómo se enteró de la existencia de este sucesor de Jeffrey Epstein? —alude en broma Ramírez.

—Sí, eso mismo. Es como si este justiciero tuviera conocimiento de la preparatoria West Olympic Boulevard; como si fuera de allí —sospecha, mordiéndose el labio inferior.

—Dios, este caso es todo un lío —se recuesta en la pared— ¿Cuál será la conexión entre los eventos?

—Y sobre todo, ¿cuál será la siguiente jugada? —continúa James— ¿Dónde y cuándo? —se queda en silencio, pensando en ello.

—¿Alguna idea?

—¿Sabes? Hay algo curioso: Lisa me contó que al parecer Eddie Saint había sido testigo de las asquerosidades del anciano con las estudiantes, y que por ello suspendieron al muchacho, creyendo que solo se trataban de puros chismes falsos por parte de él. Y ahora de repente, ¿Eddie muere, y hoy desaparece su profesor?

El Caso PuzzlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora